viernes, 12 de marzo de 2010
MARGUERITA GUIDACCI - Poemas
TIBURTINA
Más verdadero que tu rostro es su reflejo
en el agua: puesto que lo ves
a través de las ondas que trémulas
lo cubren continuamente, y donde trémulo
también él se descompone y vuelve, idéntico y diverso,
a componerse, volviendo así visible
el flujo en el que siempre estás inmerso,
pero que sólo en este espejo logras distinguir.
El agua te susurra otra verdad:
tus manos, que tantos objetos rozan
y sueltan, están hechas
para aferrar la luz...
Y una tercera: tan sólo lo límpido
contiene intacta la visión. Recuerda
estás tres cosas, y no te hará falta
buscar este antro mío (que es sin embargo puerta de
sapiencia)
y respirar los acres vapores que suben
de las oscuras grietas de la tierra. El río
es mi mejor regalo, y el más puro
lo absorberá mejor - ya sea que te llame
la voz de la fuente secreta
donde se abriga la vertiginosa cuesta
de un gran enredo verde, ya sea que lo sigas
hasta el valle, allí donde la danza
de roca en roca habrá de concluir, y plácido
como de antiguas memorias, se vuelve
el murmullo del agua, y todavía
al cielo que lo enciende
le responde con destellos
más vivaces que la infancia del mundo.
DÉLFICA II
(A Apolo)
Son silenciosos tus pasos, mis ojos
están aún cerrados - sin embargo,
sé que ya vienes, es mi corazón
quien me lo anuncia, al sentir que te acercas.
Y como un prisionero, al que invade
una súbita certeza (sin saber él mismo cómo)
de libertad inminente, inmóvil tras la puerta
de su prisión, con ansia y esperanza,
aguarda que le abran, así yo también
aguardo tras esta puerta en tinieblas,
que irrumpa tu luz serena. Y en cada
celda te aguarda alguna criatura,
vuelta hacia ti, en inconsciente o consciente
plegaria. ¡Oh esplendor del mundo! Fue
la noche vasta Necrópolis, pero tú nos devuelves
la vida: despertamos, resurgimos. Luego
tú tocas ya las cimas del Parnaso
donde reanudan su canto las hijas
de la Memoria. Y desciendes la loma,
lanzas las flechas de tu carcaj de oro,
hasta que todo tu gloria ilumina.
Luego haces que las Fedríadas brillen
como su nombre, y al lejano mar
le das reflejos, y al otro mar, el de olivos.
Rocas, plantas, animales y aguas - todo
es otra vez lo mismo, recobrando
por ti color y forma, porque tú
nos creas nuevamente, para que
un nuevo día crucemos. Donde hubo abandono
hay ahora alegría, más de lo que puedo
decir. Se quedan cortas mis palabras,
cuando el afecto las inunda. Pero
recorrerá mi silencio tu viento
iluminado como una arboleda.
Y pensamientos, presagios, vaticinios
a un gesto tuyo, como una bandada
de pájaros, alegre, surgirán
de sus nidos secretos.
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Traducción de Fernando Pérez Villalón
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