"Shelling afirma que "el querer es el ser originario". Pero en Shelling, este "querer", como sustancia propulsora de todo lo vivo, tiene la tendencia a "transfigurarse" y "espiritualizarse" con la evolución de la conciencia. Aunque la voluntad comienza oscura, contiene la potencia para hacerse clara. De todos modos, se da en ella además el drama de la libertad y, con ello, del mal. Comparece el mal cuando se invierte el orden de la libertad, cuando allí donde se ha abierto paso ya la luz, a saber, en la conciencia humana, se alza la propia y egotista voluntad oscura sobre la voluntad universal, cuando la inteligencia, la luz de la razón, es utilizada solamente para fines egoístas.
El principio fundamental de la vida en Shopenhauer es asimismo la voluntad. Pero la voluntad no realiza ninguna historia de la glorificación, ninguna evolución hacia lo superior. Lo universal de la voluntad no es su proceso hacia la claridad, sino la oscuridad y el sinsentido de su universalidad. De ahí que para Shopenhauer no hay ningún Dios, ninguna tendencia a la divinización. Y el mal tampoco es la inversión de los principios, que para Shelling eran el de la voluntad propia y el de la voluntad universal. Según Schopenhauer, la razón en principio está sometida a la voluntad, es solamente una de sus funciones. En el hombre -dice Schopenhauer-, la voluntad ha recogido para sí una luz de su entorno, no para iluminar con ella el ser; sino para poder espiar mejor los objetos de su apetito. De todos modos, en Schopenhauer hay también otra razón que se desgaja de la voluntad en el arte o en la ascética. Es la razón suprarracional de la negación de la voluntad. Shelling espera la consumación en el ser, Schopenhauer espera ser redimido del ser."
Fragmento extraído del libro "El mal" de R. Safranski
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