jueves, 4 de diciembre de 2008

DIONISO

Dioniso, obra de Caravaggio

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EL DIOS DIONISO

  • La Antigüedad entera contempló a Dioniso como aquél que dispensaba el vino. Pero lo conoció también como el Frenético que hacía de los hombres unos posesos, que los devolvía al salvajismo, que les hacía derramar incluso sangre. Dioniso era prójimo y compañero de las almas de los muertos y consagraciones misteriosas lo nombraban su maestro. La representación dramática pertenecía a su culto... Hacía nacer las flores de la primavera; la hiedra, el pino, la higuera estaban vinculados con él; pero el don mil veces bendito de la viña debe situarse muy alto por encima de estos dones de la naturaleza. Dioniso era el dios de la ebriedad bienaventurada y del añor extático. Pero era también el Perseguido, el Sufriente y el Muriente, y todos aquellos que él amaba y que lo acompañaban debían participar de su suerte trágica (Walter Otto, Dioniso, Frankfurt, 1933, p. 49)
  • ¿Quién es Dioniso?

El Dios del éxtasis y del espanto, del salvajismo y de la liberación bienaventurada; el dios loco, cuya aparición pone a los seres humanos en delirio, manifiesta ya en su concepción y nacimiento el carácter misterioso y contradictorio de su ser.

Era hijo de Zeus y de una mortal. Pero antes de haberlo parido, ella fue abrasada por el rayo de su amante celeste (Dioniso, p. 62)

  • Al igual que los mitos del nacimiento, los mitos de la aparición de Dioniso manifiestan también mucho de su esencia.

Durante su concepcióna el elemento terrestre había sido tocado por el destello del cielo divino. Pero en la asociación de lo celeste y lo terrestre expresado en el mito del doble nacimiento, el carácter pesado de las lágrimas de la vida humana no se elevaba sino que se mantenía en contradicción brutal con el esplendor sobrehumano.

Aquél nacido de este modo no es solamente quien grita de alegría, quien aporta la alegría; es el dios doloroso y que muere, el dios de la contradicción trágica. Y la violencia interior de esta doble naturaleza es tan grande que entra como una tempestad en medio de los hombres, a los que aterroriza y cuya resistencia doblega con el látigo de la locura. Todo lo que es habitual y ordenado debe estallar en pedazos. La existencia se convierte súbitamente en ebriedad, -la ebriedad de la felicidad que estalla, pero también la ebriedad de lo que espanta (Dioniso, p. 74).

  • Cuando Dioniso llegó a Argos, como no se quería celebrar su culto, convirtió a las mujeres en dementes a tal punto que huyeron a la montaña y desgarraron las carnes de sus niños recién nacidos... Aura, amante de Dioniso, mató y devoró a uno de sus hijos de tierna edad... (Dioniso, pp. 98-99).
  • ¡Un dios frenético! ¡Un dios a cuya esencia pertenece el estar loco! ¿Qué vivieron, qué vieron los hombres a los cuales se imponía lo que hay de imposible en esta presentación?

El rostro de este verdadero dios es el rostro de un mundo. No puede haber un dios loco más que si existe un mundo loco que se manifiesta a través de él. ¿Dónde está ese mundo? ¿Puede todavía ser encontrado y reconocido por nosotros? Solamente el propio Dios nos puede ayudar en este camino...

El que engendra lo viviente debe hundirse en las profundidades originarias, moradas de las potencias de la vida. Y cuando vuelve a la superficie, hay un destello de locura en sus ojos, porque allí, debajo, la muerte cohabita con la vida. El misterio originario mismo está loco, el seno del desgarro y de la unidad desgarrada. En relación con este tema, no tenemos necesidad de convocar a los filósofos... La experiencia de la vida y los ritos de todos los pueblos y de todos los tiempos son testigos de ello. La experiencia de los pueblos habla: allí donde nace lo viviente, está próxima la muerte. Y en la medida en que haya vida eso está vivo, y la aproximación de la muerte se acrecienta hasta el instante más alto, hasta el hechizo del nuevo devenir, cuando la muerte y la vida se entrechocan en la loca alegría. El torbellino y el estremeciemiento de la vida es profundo porque está completamente ebrio. Y con la misma frecuencia con que la vida se engendra nuevamente, el muro que la separa de la muerte se abre por un instante (Dioniso, pp. 126-128)

  • No era solamente la abundancia de vida y fecundidad lo que hacía del Toro una de las formas de Dioniso, sino también su locura furiosa, su carácter peligroso... (Dioniso, p. 154)
  • Su lascivia, con frecuencia mencionada, debe haber hecho del chivo uno de los animales dionisíacos... (Dioniso, p. 155)

Artículo extraído de la revista Acéphale