jueves, 27 de diciembre de 2007


"El ojo, la ventana del alma, es el principal medio por el que el sentido central puede apreciar de forma más completa y abundante las infinitas obras de la naturaleza; el segundo es el oído, que adquiere dignidad al escuchar las cosas que el ojo ha visto. Si historiadores, poetas o matemáticos no hubiesen visto cosas con sus ojos, no podrían explicarlas en sus escritos."
Leonardo da Vinci

martes, 18 de diciembre de 2007

Jorge Luis Borges



LA CASA DE ASTERIÓN
Y la reina dio a luz un hijo que se llamó
Asterión.
Apolodoro: Biblioteca, III, I.
Sé que me acusan de soberbia, y tal vez de misantropía, y tal vez de locura. Tales acusaciones (que yo castigaré a su debido tiempo) son irrisorias. Es verdad que no salgo de mi casa, pero también es verdad que sus puertas (cuyo número es infinito) están abiertas día y noche a los hombres y también a los animales. Que entre el que quiera. No hallará pompas mujeriles aquí ni el bizarro aparato de los palacios, pero sí la quietud y la soledad. Asimismo hallará una casa como no hay otra en la faz de la Tierra. (Mienten los que declaran que en Egipto hay una parecida.) Hasta mis detractores admiten que no hay un solo mueble en la casa. Otra especie ridícula es que yo, Asterión, soy un prisionero. ¿Repetiré que no hay una puerta cerrada, añadiré que no hay una cerradura? Por lo demás, algún atardecer he pisado la calle; si antes de la noche volví, lo hice por el temor que me infundieron las caras de la plebe, caras descoloridas y aplanadas, como la mano abierta. Ya se había puesto el Sol, pero el desvalido llanto de un niño y las toscas plegarias de la grey dijeron que me habían reconocido. La gente oraba, huía, se prosternaba; unos se encaramaban al estilóbato del templo de las Hachas, otros juntaban piedras. Alguno, creo, se ocultó bajo el mar. No en vano fue una reina mi madre; no puedo confundirme con el vulgo, aunque mi modestia lo quiera.
El hecho es que soy único. No me interesa lo que un hombre pueda transmitir a otros hombres; como el filósofo, pienso que nada es comunicable por el arte de la escritura. Las enojosas y triviales minucias no tienen cabida en mi espíritu, que está capacitado para lo grande; jamás he retenido la diferencia entre una letra y otra. Cierta impaciencia generosa no ha consentido que yo aprendiera a leer. A veces lo deploro, porque las noches y los días son largos.
Claro que no me faltan distracciones. Semejante al carnero que va a embestir, corro por las galerías de piedra hasta rodar al suelo, mareado. Me agazapo a la sombra de un aljibe o a la vuelta de un corredor y juego a que me buscan. Hay azoteas desde las que me dejo caer, hasta ensangrentarme. A cualquier hora puedo jugar a estar dormido, con los ojos cerrados y la respiración poderosa. (A veces me duermo realmente, a veces ha cambiado el color del día cuando he abierto los ojos.) Pero de tantos juegos el que prefiero es el del otro Asterión. Finjo que viene a visitarme y que yo le muestro la casa. Con grandes reverencias le digo: Ahora volvemos a la encrucijada anterior o Ahora desembocamos en otro patio o bien decía yo que te gustaría la canaleta o Ahora verás una cisterna que se llenó de arena o Ya verás cómo el sótano se bifurca. A veces me equivoco y nos reímos buenamente los dos.
No sólo he imaginado esos juegos; también he meditado sobre la casa. Todas las partes de la casa están muchas veces, cualquier lugar es otro lugar. No hay un aljibe, un patio, un abrevadero, un pesebre; son catorce [son infinitos] los pesebres, abrevaderos, patios, aljibes. La casa es del tamaño del mundo; mejor dicho, es el mundo. Sin embargo, a fuerza de fatigar patios con un aljibe y polvorientas galerías de piedra gris he alcanzado la calle y he visto el templo de las Hachas y el mar. Esto no lo entendí hasta que una visión de la noche me reveló que también son catorce [son infinitos] los mares y los templos. Todo está muchas veces, catorce veces, pero dos cosas hay en el mundo que parecen estar una sola vez: arriba, el intrincado Sol; abajo, Asterión. Quizá yo he creado las estrellas y el Sol y la enorme casa, pero ya no me acuerdo.
Cada nueve años entran en la casa nueve hombres para que yo los libere de todo mal. Oigo sus pasos o su voz en el fondo de las galerías de piedra y corro alegremente a buscarlos. La ceremonia dura pocos minutos. Uno tras otro caen sin que yo me ensangriente las manos. Donde cayeron, quedan, y los cadáveres ayudan a distinguir una galería de las otras. Ignoro quiénes son, pero sé que uno de ellos profetizó, en la hora de su muerte, que alguna vez llegaría mi redentor. Desde entonces no me duele la soledad, porque sé que vive mi redentor y al fin se levantará sobre el polvo. Si mi oído alcanzara todos los rumores del mundo, yo percibiría sus pasos. Ojalá que me lleve a un lugar con menos galerías y menos puertas. ¿Cómo será mi redentor?, me pregunto. ¿Será un toro o un hombre? ¿Será tal vez un toro con cara de hombre? ¿O será como yo?

El Sol de la mañana reverberó en la espada de bronce. Ya no quedaba un vestigio de sangre.
- ¿Lo creerás, Ariadna? - dijo Teseo -. El minotauro apenas se defendió.
A Marta Mosquera Eastman

sábado, 15 de diciembre de 2007


Charles Baudelaire
AL LECTOR
.
La estupidez, el error, el pecado, la mezquindad,
ocupan nuestros espíritus y minan nuestros cuerpos
y nosotros alimentamos nuestros remordimientos,
como los mendigos nutren a su piojera.
Nuestros pecados son tercos, nuestros arrepentimientos
/cobardes
nos hacemos pagar con creces nuestsras confesiones,
y volvemos alegremente al camino fangoso,
creyendo lavar con viles llantos todas nuestras manchas.
En la almohada del mal es Satán Trimegisto
quien mece mucho tiempo nuestro espíritu encantado,
y el rico metal de nuestra voluntad
se ha evaporado totalmente por obra de este sabio químico.
¡El Diablo es quien maneja los hilos que nos mueven!
A los objetos repugnantes les hallamos encantos;
cada día descendemos un paso hacia el Infierno,
sin horror, a través de tinieblas que apestan.
Igual que un pobre libertino que besa y muerde
el seno maltratado de una vieja ramera,
robamos al pasar un placer clandestino
que exprimimos muy fuerte como una naranja seca.
Apretado, hormigueante, como un millón de helmintos
en nuestro cerebro se agita un tropel de Demonios,
y, cuando respiramos, la Muerte a nuestros pulmones
desciende, río invisible, con sordos gemidos.
Si el estupro, el veneno, el puñal, el incendio,
no han bordado aún con sus singulares dibujos
el cañamazo banal de nuestros tristes destinos,
ello se debe ¡ay!, a que nuestra alma no es lo bastante
/atrevida.
Pero entre los chacales, las panteras, los linces,
los monos, los escorpiones, los buitres, las serpientes,
los monstruos chillones, aulladores, gruñidores, rastreros,
en la infame casa de fieras de nuestros vicios,
'hay uno más feo, más malvado, más inmundo!
Aunque no hace aspavientos ni lanza agudos gritos,
convertiría con gusto a la tierra en un despojo
y en un bostezo se tragaría el mundo;
¡es el Aburrimiento! -con los ojos inundados de un /llanto
involuntario-
sueña con cadalsos mientras se fuma una pipa.
Tú, conoces, lector, a ese monstruo delicado,
¡hipócrita lector -mi semejante- mi hermano!
.
EL ABISMO
.
Pascal tenía su abismo, conviviendo con él,
-¡Ay!, todo es abismo; -¿acción, deseo, sueño,
palabra!, y en mi pelo que se eriza
más de una vez siento pasar el viento del Miedo.
Ariba, abajo, por todas partes, la profundidad, el arenal,
el silencio, el espacio horroroso y atrayente...
En el fondo de mis noches Dios con su sabio dedo
dibuja una pesadilla multiforme y sin tregua.
Tengo miedo al sueño como se tiene miedo a un gran agujero
completamente lleno de vago horror, que lleva no se sabe
/a dónde;
no veo más que infinito por todas las ventanas,
y mi espíritu, siempre asediado por el vértigo,
envidia la insensibilidad de la nada.
-¡Ah!, ¡este no salir nunca de Números y de Seres!

miércoles, 12 de diciembre de 2007


Alejandra Pizarnik
DIARIOS (Fragmento)
Febrero
Sábado, 15
Y de pronto, un gran cansancio, no de la vida, mas de la muerte. Pero no hablo de la muerte absoluta, hablo de este lento naufragio cotidiano en las aguas del pasado. Estoy cansada de todo ese mundo de complejos y frustraciones en que nos sustentamos yo y la gente que me circunda. Es un no dar más, un gran deseo de respirar aire puro, de reír, de mirar con naturalidad las cosas y a mí misma. Hoy se me ha revelado, con una fugacidad y fuerza increíbles, la posibilidad de ser. Todo fue espontáneo, como si hubiera encendido un cigarrillo. Me sentí bien, como si me hubieran aflojado las cadenas, aquellas que ni recordaba, tan resignada a la desesperación estaba. No creo en la felicidad. Pero quiero espojarme de esta tensión, de tanta vigilancia. Estoy fatigada de todas estas historias edípicas, del odio espantoso a padres e hijos, estoy cansada de tanta interpretación sexual. Quiero vivir con naturalidad, limitarme, señalarme objetos posibles y luchar por ellos. Quiero liberarme del horror sin semejanzas de mi "amor imposible". Quiero, en suma, aprender muchas cosas, sobre todo, a escribir y a pensar. Cuento con una carencia casi absoluta de recursos internos, a pesar de tener dentro de mí un mundo tan vasto, pero es un mundo dependiente de mí, divorciado de mi yo, sólo unido a mí en ciertos instantes únicos. Es extraño desconocerlo tanto, como si yo fuera la sede de esa otredad innombrable que firma con mi nombre. Nada me es tan ajeno como ella. Buscarla, señalarla, hacerla vibrar con mi sangre, apoderarme de sus raíces, he aquí mi necesidad.
La noche escupe campanas. Un recuerdo con alas se viste de tren. Humo y arena. Una guitarra negra se eleva desde una flor y sube al avión destinado al Gran Pájaro Muerto. Sones perforados por el viento bailan la danza de la muerte mientras las brujas crucifican a la esperanza. Una muchacha hierve la cólera contemplando a los muertos que se encerraron en un ascensor de vidrio para delimitar y reducir los sueños de los vivos. La muchacha incendia la noche mientras una luciérnaga se suicida con una espada de papel. Hay muchos nombres en la espesura. Hay mucho dolor montado en los árboles impasibles que esperan a la lluvia esta noche para cenar. La lluvia con sombrero verde desciende de un automóvil guiado por una mujer encinta que va a morir. La lluvia se abraza con el árbol más chico y pequeños arbolitos ascienden a la estrella más lejana. La mujer encinta va a morir: su vientre contiene palmas funerarias. Es una mujer previsora. Es un himno al odio preexistente entre el mar y el arco iris, la canción y el fuego, el papel y ese señor de anteojos en forma de ratón blanco que quiere escalar el cerebro del mundo. La mujer va a morir y nadie le alcanza un vaso de buen vino.

lunes, 10 de diciembre de 2007

Vicente Huidobro
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FRAGMENTO CANTO I (Altazor)
.
Hay palabras que tienen sombra de árbol
Otras que tienen atmósfera de astros
Hay vocablos que tienen fuego de rayos
Y que incendian donde caen
Otros que se congelan en la lengua y se rompen
al salir
Como esos cristales alados y fatídicos
Hay palabras con imanes que atraen los tesoros
del abismo
Otras que se descargan como vagones sobre el
alma
Altazor desconfía de las palabras
Desconfía del ardid ceremonioso
Y de la poesía
Trampas
Trampas de luz y cascadas lujosas
Trampas de perla y de lámpara acuática
Anda como los ciegos con sus ojos de piedra
Presintiendo el abismo a todo paso
.
Mas no temas de mí que mi lenguaje es otro
No trato de hacer feliz ni desgraciado a nadie
Ni descolgar banderas de los pechos
Ni dar anillos de planetas
Ni hacer satélites de mármol en torno a un talismán
ajeno
Quiero darte una música de espíritu
Música mía de esta cítara plantada en mi cuerpo
Música que hace pensar en el crecimiento de los árboles
Y estalla en luminarias adentro del sueño.
Yo hablo en nombre de un astro por nadie conocido
Hablo de una lengua mojada en mares no nacidos
Con una voz llena de eclipses y distancias
Solemne como un combate de estrellas o
galeras lejanas
Una voz que se desfonda en la noche de las rocas
Una voz que da la vista a los ciegos atentos
Los ciegos escondidos al fondo de las casas
Como al fondo de sí mismos
.
Los veleros que parten a distribuir mi alma por el
Mundo
Volverán convertidos en pájaros
Una hermosa mañana alta de muchos metros
Alta como el árbol cuyo fruto es el sol
Una mañana frágil y rompible
A la hora en que las flores se lavan la cara
Y los últimos sueños huyen por las ventanas

martes, 4 de diciembre de 2007


Isidore Ducasse
Conde de Lautréamont
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Las perturbaciones, las ansiedades, las depravaciones, la muerte, las excepciones en el orden físico o moral, el espíritu de negación, los embrutecimientos, las alucinaciones favorecidas por la voluntad, las tribulaciones, la destrucción, los transtornos, las lágrimas, la insacibilidad, las servidumbres, las imaginaciones atormentadoras, las novelas, lo inesperado, lo que no debe hacerse, las singularidades químicas de buitre misterioso que acecha la carroña de alguna ilusión muerta, las experiencias precoces y abortadas, las oscuridades con caparazón de chinche, la monomanía terrible del orgullo, la moculación de los estupores profundos, las oraciones funebres, las envidias, las traiciones, las tiranías, las impiedades, las irritaciones, las mordacidades, los exabruptos agresivos, la demencia, el spleen, los terrores razonados, las inquietudes extrañas que el lector preferiría no sentir, las muecas, las neurosis, las hileras ensangrentadas por donde se hace pasar la lógica sin salida, las exageraciones, la falta de sinceridad, la verborrea de los pelmazos, las vulgaridades, lo sombrío, lo lúgubre, los partos peores que los crímenes, las pasiones, el clan de los novelistas de los tribunales, las tragedias, las odas, los melodramas, los extremos presentados a perpetuidad, las razón silbada impunemente, los olores de los cobardes, las desazones, las ranas, los pulpos, los tiburones, el simún de los desiertos, todo lo que es sonámbulo, sospechoso, nocturno, somnífero, noctámbulo, viscoso, foca parlante, equívoco, tuberculoso, espasmódico, afrodisíaco, anémico, tuerto, hermafrodita, bastardo, albino, pederesta, fenómeno de acuario y mujer barbuda, las horas llenas de desaliento taciturno, las fantasías, las asperezas, los monstruos, los silogismos desmoralizadores, las basuras, lo que como el niño no reflexiona, la desolación, ese manzanillo intelectual, los chancros perfumados, los muslos con camelias, la culpabilidad de un escritor que cae por la pendiente de la nada y se desprecia a sí mismo con gritos de alegría, los remordimientos, las hipocresías, las perspectivas inciertas que os trituran con sus engranajes imperceptibles, los graves salivazos sobre los axiomas sagrados, la piojería y sus cosquilleos insinuantes, los prefacios desatinados como los de Cromwell, de la señorita de Maupin y de Dumas hijo, las caducidades, las impotencias, las blasfemias, las asfixias, los ahogos, las rabias -ante esos inmundos osarios, cuyo nombre me hace enrojecer, es tiempo ya de enfrentarse contra lo que nos ofende y doblega tan autoritariamente.

martes, 23 de octubre de 2007

Alex Grey


"Lo único que queda es repensar sobre lo que se ha dicho"

Aristóteles

sábado, 13 de octubre de 2007

viernes, 12 de octubre de 2007


Rosamel del Valle

EL SOL ES UN PÁJARO CAUTIVO EN EL RELOJ
(fragmentos)
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Desastre Nº 25. Alto ahí hombre vestido de sol y dueño del mundo / no des un paso más hacia mi jardín con planetas verdes todavía / no des un paso más hacia mi mar congelado porque un perro verdaderamente solar duerme entre el ramaje del árbol más imposible de reconocer a causa de los cuchillos tatuados que le muestra el viento mucho más libre que los sentidos y que no recurre a historia alguna para creer que ésas son sus hojas y no las que le inventa la primavera / dormido como estoy en la ventana por cuyos cristales atravesará hoy o mañana la mujer sin nombre que me visita a la hora justa de las catástrofes y quien justificadamente ignora todo negocio relacionado con lo que no sea por ejemplo la sorpresa / ¿nunca te será posible ya no digo aceptar sino comprender elsignificado de la estrella que se derrite en cada palabra cuando el corazón está más enjaulado que los leones en el zoo? / hay una línea de la mano que rechaza con solemnidad cuanta imagen del fastidio se le pasea por el dorso y eso significa que no debes insistir ni protestar sino dejarme vivir junto a mi fogata donde una lengua de fuego canta "Anoche cayo un planeta en el jardín" y que parece venir de más allá de donde otra lengua le responde con el estribillo "Junto a la ventana hay un mar de jabón" aunque no sea más que para indicarme que mi noche está verdaderamente poblada de catástrofes.

...


Pegada al muro, la sombra. El día más lúcido, el día de los imanes viene de los ojos ruidosos, de los gestos que me invitan a viajar por hilos insostenibles, fieles a la atracción peligrosa, húmedos y fríos instrumentos de la mirada en exilio. La sombra se reúne con el sol y la hierba y algo que debe ser mi posible perennidad se derrumba sonriendo sobre el lecho más brillante que el mar.


...
El hombre tiene que reunir su soledad como el astrónomo reúne cada noche sus estrellas. El ejercicio consiste, para uno, en el recuento de los actos y pensamientos para extraer imágenes invisibles de las visibles y formar así el movimiento desde el cual surgirán sus actos y pensamientos futuros y los medios secretos para expresarlos; para el otro, en adiestrarse en el recuento de sus constelaciones, profundamente solo y preocupado del ruido que puedan hacer de pronto en su cielo una estrella o un cometa. Por supuesto, nada impide que otros hombres y otros astrónomos se permitan quebrantar su voluntad y, llevados por el miedo, acepten el convite de los que rehuyen el cielo y soledad porque les sobra jolgorio y resonancia para hartarse a sí mismos. Mas, ninguna mayor hartura para el hombre que la de saber regocijarse con sus propios secretos.
...
Este sueño crispado se complace en romper los instantes que le son al corazón lo que las hojas al árbol.
...
Ninguna ciencia más profunda que la de pasar la mano por la frente de la noche y sentir el contacto de los rayos perdidos del sol que se le prendieron al despojarlo de su reino. Quiero un estremecimiento así para cada uno de mis pensamientos, para cada una de mis palabras y mis actos porque de otro modo corro el riesgo inútil de no saber lo que dice el corazón por la noche. Quiero cortarle las alas al temblor nocturno y atraerlo hacia la piedra de los sueños hipnotizada por mí y sin más intervención que la idea de caminar por los bosques del país que no existe. ¿Necesito para ello rechazar el contacto turbio y el consejo llamado cordial de cuanto ser lúcido me rodea no para hacerme compañía sino para destruirme? Evidentemente, no de otra manera es posible aclarar la existencia contaminada con ideas comunicables ni apartar para mí el rayo de sol, perdido entre los otros, que con su palidez de serpiente atrapa y golpea con mayor fuerza. Quiero una magia mayor, tatuada de signos, una magia de uso imposible, una magia semejante a la del corazón en sus momentos más desesperados. Por algo el hombre es un signo y no, como se quiere creer, la experiencia manejable y transportable. Con una llave de oro así nada de imposibilidades, nada de terrores en rebelión permanente en la mirada, nada de obediencia servil, nada de lo que se da en llamar beso en la mejilla o adoración a toda prueba. Ni convivencia con el oso vestido de semejante para el reparto de consignas terrestres o celestes, ni nada con el gusano ansioso de resplandecer antes de tiempo. Que el ambiguo mensajero venga y diga su palabra. ¿A quién, sino a mí le tocaría escoger? Aún más, ¿a quién sino a mí le sería permitido señalar la exacta puerta por donde debe pasar, el exacto cielo para quemarse los ojos, la exacta tierra donde es acogido descalzo y sin el tatuaje no poco mixtificador de la ninguna ciencia, de la ninguna magia, de la ninguna poesía? Ah, no. Quiero una fuente más clara y más rodeada de pájaros que la mujer-noche o la mujer de vidrio que me sigue sin cesar en cada uno de mis sueños.
...
Sé que el reloj que me espía encenderá el último silbido mensajero que debe resonar a lo largo de mis huesos por largo tiempo desobedientes girasoles y ahora atrapado por el más sonámbulo diamante lunar que el tiempo identifica, quiérase o no, más que con la vida, con la muerte. Sé que la puerta de oro se abrirá a la hora justa y que el dragón solar perderá sus dientes a causa del silencio sin fin, y que la noche amaestrada por mis ejercicios secretos se colgará de la rama más alta del árbol a cuya sombra fabriqué, precisamente, este reloj de tantas lenguas para complacencia y regocijo de mi corazón cómplice del resplandor de todas las piedras levantadas.

jueves, 11 de octubre de 2007


Olga Orozco
OLGA OROZCO

Yo, Olga Orozco, desde tu corazón digo a todos que muero.
Amé la soledad, la heroica perduración de toda fe,
el ocio donde crecen animales extraños y plantas fabulosas,
la sombra de un gran tiempo que pasó entre misterios y entre alucinaciones,
y también el pequeño temblor de las bujías en el anochecer.
Mi historia está en mis manos y en las manos con que otros la tatuaron.
De mi estadía quedan las magias y los ritos,
unas fechas gastadas por el soplo de un despiadado amor,
la humareda distante de la casa donde nunca estuvimos,
y unos gestos dispersos entre los gestos de otros que no me conocieron.
Lo demás aún se cumple en el olvido, aún labra la desdicha en el rostro de aquella que se buscaba en mí igual
que en un espejo de sonrientes praderas,
y a la que tú verás extrañamente ajena:
mi propia aparecida condenada a mi forma de este mundo.
Ella hubiera querido guardarme en el desdén o en el orgullo,
en el último instante fulmíneo como el rayo,
no en el túmulo incierto donde alzo todavía la voz ronca y llorada
entre los remolinos de tu corazón.No. Esta muerte no tiene descanso ni grandeza.
No puedo estar mirándola por primera vez durante tanto tiempo.
Pero debo seguir muriendo hasta tu muerte
porque soy tu testigo ante una ley más honda y más oscura que los
cambiantes sueños,
allá, donde escribimos la sentencia: "Ellos han muerto ya.
Se habían elegido por castigo y perdón, por cielo y por infierno.
Son ahora una mancha de humedad en las paredes del primer aposento".
.
PAVANA PARA UNA INFANTA DIFUNTA
A Alejandra Pizarnik
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Pequeña centinela,
caes una vez más por la ranura de la noche
sin más armas que los ojos abiertos y el terror
contra los invasores insolubles en el papel en blanco.
Ellos eran legión.
Legión encarnizada era su nombre
y se multiplicaban a medida que tú te destejías hasta el último
hilván,
arrinconándote contra las telarañas voraces de la nada.
El que cierra los ojos se convierte en morada de todo el universo.
El que los abre traza la frontera y permanece a la interperie.
El que pisa la raya no encuentra su lugar.
Insomnios como túneles para probar la inconsistencia de toda
realidad;
noches y noches perforadas por una sola bala que te incrusta en lo
oscuro,
y el mismo ensayo de reconocerte al despertar en la memoria de la
/muerte:
esa perversa tentación,
ese ángel adorable con hocico de cerdo.
¿Quién habló de conjuros para contrarrestar la herida del propio
nacimiento?
¿Quién habló de sobornos para los emisorios del propio porvenir?
Sólo había un jardín: en el fondo de todo hay un jardín
donde se abre la flor azul del sueño de Novalis.
Flor cruel, flor vampira,
más alevosa que la trampa oculta en la felpa del muro
y que jamás se alcanza sin dejar la cabeza o el resto de la sangre en el
umbral.
Pero tú te inclinabas igual para cortarla donde no hacías pie,
abismos hacia adentro.
Intentabas trocarla por la criatura hambrienta que te deshabitaba.
Erigías pequeños castillos devoradores en su honor;
te vestías de plumas desprendidas de la hoguera de todo posible
paraíso;
amaestrabas animalitos peligrosos para roer los puentes de la
salvación;
te perdías igual que la mendiga en el delirio de los lobos;
te probabas lenguajes como ácidos, como tentáculos,
como lazos en manos del estrangulador.
¡Ah los estragos de la poesía cortándote las venas con el filo del alba,
y esos labios exangües sorbiendo los venenos en la inanidad de la
palabra!
Y de pronto no hay más.
Se rompieron los frascos.
Se astillaron las luces y los lápices.
Se desgarró el papel con la desgarradura que te desliza en otro
laberinto.
Todas las puertas son para salir.
Ya todo es al revés de los espejos.
Pequeña pasajera,
sola con tu alcancía de visiones
y el mismo insoportable desamparo debajo de los pies:
sin duda estás clamando por pasar por tus voces de ahogada,
sin duda te detiene tu propia inmensa sombra que aún te sobrevuela
en busca de otra,
o tiemblas frente a un insecto que cubre con sus membranas todo el
caos,
o te amedrenta el mar que cabe desde tu lado en esta lágrima.
Pero otra vez te digo,
ahora que el silencio te envuelve por dos veces en sus alas como un
manto:
en el fondo de todo hay un jardín.
Ahí esta tu jardín,
Talita cumi.

miércoles, 19 de septiembre de 2007

Edgar Allan Poe

SOBRE LA IMAGINACIÓN
La Imaginación pura elige de la Belleza o la Deformidad sólo las cosas más combinables no combinadas antes; la mezcla, como una regla general, participa en carácter de belleza o sublimidad en proporción a la respectiva belleza o sublimidad de las cosas combinadas, que han de considerarse todavía como atómicas, es decir, como combinaciones previas. Pero, como a menudo sucede análogamente en la química física, no infrecuentemente ocurre en la química del intelecto, que la mixtura de dos elementos da por resultado algo que no tiene ninguna de las cualidades de uno de ellos, o incluso ninguna de las cualidades de cada uno... De esta manera, la extensión de la Imaginación es ilimitada. Sus materiales abarcan, desde el principio al fin, el universo. Incluso con deformidades fabrica esa Belleza que es a la vez su único objeto y su prueba inevitable. Pero, en general, la riqueza o vigor de los motivos combinados; la facilidad de descubrir novedades combinables que merecen combinarse; y, especialmente, la "combinación química" absoluta de la masa completa, son las particularidades a ser consideradas en nuestra estima de la Imaginación. Es esta armonía de un trabajo imaginativo la que a menudo causa que sea despreciado por lo irreflexivo, por el carácter de obviedad que se promueve. Nosotros mismos somos capaces de descubrirla preguntándonos por qué es que estas combinaciones nunca han sido imaginadas antes.
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LA CIUDAD EN EL MAR
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¡Mira! La Muerte se ha erigido a sí misma un trono
En una extraña ciudad que yace sola
Lejos, en el tenebroso Oeste,
Donde lo bueno y lo malo y lo peor y lo mejor
Han ido para su descanso eterno.
Allí altares y palacios y torres
(¡Torres comidas por el tiempo que no tambalean!)
No se parecen a nada que sea nuestro.
Alrededor, olvidadas por los vientos exlatadores,
Resignadamente debajo del cielo
Yacen la aguas melancólicas.
.
Ningún rayo baja del santo cielo
En la larga fase nocturna de esa ciudad;
Pero la luz del mar cárdeno
Refleja arriba silenciosamente torrecillas,
Centellean pináculos lejos y libres,
Cúpulas, capiteles, salones reales,
Templos, paredes babilónicas,
Sombrías y largamente olvidadas glorietas
De hiedra esculpida y flores de piedra,
Muchos y muchos maravillosos altares
Cuyos frisos enroscados entretejen
La viola, la violeta y la vid.
Resignadamente debajo del cielo
Yacen la aguas melancólicas.
Tanto se combinan allí las torrecillas y las sombras
Que todo parece pendular en el aire,
Mientras desde una torre ostentosa en la ciudad,
La muerte mira gigantescamente hacia abajo.
.
Allí los templos y las tumbas boquiabiertas
Bostezan al nivel de las olas luminosas
Pero no las riquezas que allí yacen
En cada ojo de diamante del ídolo.
Los muertos alegremente enjoyados no
Tientan las aguas desde sus lechos,
porque no las vuelven sinuosas, ¡ay!
A lo largo de ese desierto de cristal.
Ninguna turgencia dice que los vientos pueden estar
Sobre algún lejano mar más feliz,
Ninguna oleada indica que los vientos han estado
Sobre mares menos terriblemente serenos.
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Pero, mira ¡un alboroto en el aire!
La ola. ¡Hay un movimiento allí!
Como si las torres hubieran rechazado,
Hundiéndose descuidadamente, la insípida marea,
Como si sus cimas hubieran dejado indeblemente
Un vacío en el cielo membranoso.
Las olas tienen ahora un brillo más rojo,
Las horas estan respirando abatidas y desanimadas,
Y cuando, ya no mezclada con gemidos terrenales,
Abajo, abajo en consecuencia esa ciudad se establezcla,
El infierno, elevándose desde miles de tronos,
Le hará reverencia.

domingo, 16 de septiembre de 2007



Marosa di Giorgio

ANOCHE, VOLVIÓ, OTRA VEZ...

Anoche, volvió, otra vez, La Sombra; aunque ya habían pasado cien años, bien la reconocimos. Pasó el jardín violetas, el dormitorio, la cocina; rodeó las dulceras, los platos blancos como huesos, las dulceras con olor a rosa. Tomó al dormitorio, interrumpió el amor, los abrazos; los que estaban despiertos, quedaron con los ojos fijos; soñaban, igual la vieron. El espejo donde se miró o no se miró, cayó trizado. Parecía que quería matar a alguno. Pero, salió al jardín. Giraba, cavaba, en el mismo sitio, como si debajo estuviese enterrado un muerto. La pobre vaca, que pastaba cerca de la violetas, se enloqueció, gemía como una mujer o como un lobo. Pero, La Sombra se fue volando, se fue hacia el sur. Volverá dentro de un siglo.

De "Los papeles salvajes" 1971

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LA NATURALEZA DE LOS SUEÑOS

Al alba bebía la leche, minuciosamente, bajo la mirada vigilante de mi madre; pero, luego, ella apartaba un poco, volvía a hilar la miel, a bordar a bordar, y yo huía hacia la inmensa pradera, verde y gris.A lo lejos, pasaban las gacelas con sus caras de flor; parecían lirios con pies, algodoneros con alas. Pero, yo sólo miraba a las piedras, a los altos ídolos, que miraban a arriba, a un destino aciago.Y, qué podía hacer; tenderme allí, que mi madre no viese, que me pasara, otra vez, aquello horrible y raro.

De "Los papeles salvajes" 1991

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LOS LEONES RONDABAN LA CASA

Los leones rondaban la casa. Los leones siempre rondaron. Siempre se dijo que los leones rondaron siempre. Parecían salir de los paraísos y el rosal. Los leones eran sucios y dorados. Ellos eran muy bellos. Los ojos como perlas. Y un broche brillante en el pecho entre aquel pelo áureo. Los leones entraron a la casa. Corrimos a esconder los floreros de sal, de azúcar, el cometa Halley, las queridísimas sábanas nevadas, la colección de estampillas. Y a traer los sudarios. Los leones eran al mismo tiempo, presentes e invisibles, al mismo tiempo, visibles e invisibles. Se oía el rumor de la leche que robaban, el clamor de la miel y la carne que cortaban. Llevaron hacia afuera a la abuela oscura, la que tenía una guía de rositas alrededor del corazón. Y la comieron fríamente. Como en un simulacro. Y -como si hubiese sido un simulacro!- ella tornó a la casa y dijo: -Los leones rondaron siempre. Están delante de los paraísos y el rosal. Dijo: -Los leones están acá.

De "Mesa de esmeralda" 1985

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MI ALMA ES UN VAMPIRO...


Mi alma es un vampiro grueso, granate, aterciopelado. Se alimenta de muchas especies y de sólo una. Las busca en la noche, la encuentra, y se la bebe, gota a gota, rubí por rubí. Mi alma tiene miedo y tiene audacia. Es una muñeca grande, con rizos, vestido celeste.Un picaflor le trabaja el sexo. Ella brama y llora. Y el pájaro no se detiene.

De "Obra completa " 2005

Roque Dalton

HORA DE LA CENIZA (I)
Finaliza Septiembre. Es hora de decirte
lo difícil que ha sido no morir.
Por ejemplo, esta tarde
tengo las manos grises
libros hermosos que no entiendo,
no podría cantar aunque ha cesado ya la lluvia
y me cae sin motivo el recuerdo
del primer perro a quien amé cuando niño.
Desde ayer te fuiste
hay humedad y frío hasta en la música.
Cuando yo muera,
sólo recondarán mi júbilo matutino y palpable,
mi bandera sin derecho a cansarse,
la concreta verdad que repartí desde el fuego,
el puño que hice unánime
con el clamor de piedra que exigió la esperanza.
Hace frío sin ti. Cuando yo muera,
cuando yo muera
dirán con buenas intenciones
que no supe llorar.
Ahora llueve de nuevo.
Nunca ha sido tan tarde a las siete menos cuarto
como hoy.
Siento deseos de reír
o de matarme.
.
(II)
.
El cínico
claro es que no tengo en las manos
el derecho a morirme
ni siquiera en las abandonadas tardes de los domingos.
Por otra parte se debe comprender que la muerte
es una manufactura inoficiosa
y que los suicidas
siempre tuvieron una mortal pereza
de sufrir.
Además, debo
la cuenta de la luz...
.
(III)
.
Odiar al amor
la luna se me murió
aunque no creo en los ángeles.
La copa final transcurre
antes de la sed que sufro.
La grama azul se ha perdido
huyendo tras tu velamen.
La mariposa incendiando
su color, fue de ceniza.
La madrugada fusila
rocío y pájaros mudos.
La desnudez me avergüenza
y me hace heridas de niño.
El corazón sin tus manos
es mi enemigo en el pecho.
.
(IV)
.
Mi dolor
Conozco perfectamente mi dolor:
viene conmigo disfrazado en la sangre
y se ha construido una risa especial
para que no pregunten por su sombra.
Mi dolor, ah queridos,
mi dolor, ah querida,
mi dolor es capaz de inventaros un pájaro,
un cubo de madera
de esos donde los niños
le adivinan una alma musical al alfabeto,
un rincón entrañable
y tibio como la geografía del vino
o como la piel que me dejó las manos
sin pronunciar el himno de tu ancha desnudez de mar.
Mi dolor tiene cara de rosa,
de primavera personal que ha venido cantando.
Tras ella esconde su violento cuchillo,
su desatado tigre que me rompió las venas desde antes de nacer
y que trazó los días
de lluvia y de ceniza que mantengo.
Amo profundamente mi dolor,
como a un hijo malo.
.
(V)
.
Y, sin embargo, amor, a través de las lágrimas,
yo sabía que al fin iba a quedarme
desnudo en la ribera de la risa.
Aquí,
hoy,
digo:
siempre recordaré tu desnudez entre mis manos,
tu olor a disfrutada madera de sándalo
clavada junto al sol de la mañana;
tu risa de muchacha,
o de arroyo,
o de pájaro;
tus manos largas y amantes
como un lirio traidor a tus antiguos colores;
tu voz, tus ojos,
lo de abarcable en ti que entre mis pasos
pensaba sostener con las palabras.
Pero ya no habrá tiempo de llorar.
Ha terminado la hora de la ceniza para mi corazón.
Hace frío sin ti,
pero se vive.

Silvia Plath
ESPEJO
.
Soy plateado y exacto. No tengo preconceptos.
Cuanto veo, lo trago inmediatamente
Tal cual es, sin empañar por amor o desagrado.
No soy cruel, sólo veraz:
Ojo de un pequeño dios, cuadrangular.
Casi todo el tiempo medito en la pared de enfrente.
Es rosada, con lunares. La he mirado tanto tiempo
Que creo que es parte de mi corazón. Pero fluctúa.
Las caras y la oscuridad nos separan una y otra vez.
Ahora soy un lago. Una mujer se inclina sobre mí,
Buscando en mi extensión lo que ella es en realidad.
Luego se vuelve hacia esas mentirosas, las bujías o la luna.
Veo su espalda y la reflejo fielmente.
Me recompensa con lágrimas y agitando las manos.
Soy importante para ella. Que viene y se va.
Todas las mañanas su cara reemplaza la oscuridad.
En mí ella ahogó a una muchachita y en mí una vieja
Se alza hacia ella día tras día, como un pez feroz.
.
LA LUNA Y EL TEJO
.
Esta es la luz de la mente, fría y planetaria.
Los árboles de la mente son negros. La luz es azul.
Las hierbas se lamentan a mis pies, como si yo fuera Dios,
Hiriendo mis tobillos murmuran su humildad.
Espirituosas brumas humeantes habitan este lugar
separado de mi casa por una hilera de lápidas.
Simplemente no puedo ver si hay un sitio adónde ir.
.
La luna no es una puerta. Es una cara por derecho propio,
Blanca como un nudillo y terriblemente turbada.
Arrastra al mar detrás de sí, como un crimen oscuro; y está en calma
Con el bostezo en O del total desencanto. Yo vivo aquí.
Dos veces cada domingo las campanas sobresaltan el cielo
Ocho grandes lenguas afirmando la Resurrección.
Finalmente, ellas proclaman con sobriedad sus nombres.
.
El tejo apunta hacia arriba. Su forma es gótica.
Sus ojos se elevan por sobre él, y encuentran a la luna.
La luna es mi madre. Ella no es dulce como María.
Sus vestiduras azules sueltan pequeños murciélagos y lechuzas.
Cómo desearía creer en la ternura-
El rostro de la efigie, dulcificado por las velas,
Inclinándose, sobre mí en particular, con ojos indulgentes.
.
¡He caído tanto! Las nubes están floreciendo,
Azules y místicas sobre el rostro de las estrellas.
Dentro de la iglesia, los santos serán todos azules,
Flotando con sus pies delicados sobre los bancos fríos,
Sus cabezas y sus caras rígidas de santidad.
La luna no ve nada de esto. Ella es calva y salvaje.
Y el mensaje del tejo es negrura -negrura y silencio.
Violeta Parra


MALDIGO DEL ALTO CIELO
Maldigo del alto cielo
la estrella con su reflejo
maldigo los azulejos
destellos del arroyuelo
maldigo del bajo suelo
la piedra con su contorno
maldigo el fuego del horno
porque mi alma esta de luto
maldigo los estatutos
del tiempo con sus bochornos
cuanto será mi dolor.
.
Maldigo la cordillera
de los Andes y de la Costa
maldigo Señor la angosta
y larga faja de tierra
también la paz y la guerra
lo franco y lo veleidoso
maldigo lo perfumoso
porque mi anhelo esta muerto
maldigo todo lo cierto
y lo falso con lo dudoso
cuanto será mi dolor.
.
Maldigo la primavera
con sus jardines en flor
y del Otoño el color
yo la maldigo de veras
y la nube pasajera
la maldigo tanto y tanto
porque me asiste un quebranto
maldigo el Invierno entero
con el Verano embustero
maldigo profano y Santo
cuanto será mi dolor.
.
Maldigo a la solitaria
figura de la bandera
maldigo cualquier emblema
la venus y la araucaria
el trino de la canaria
el cosmos con sus planetas
la tierra y todas sus grietas
porque me aqueja un pesar
maldigo del ancho mar
sus puertos y sus caletas
cuanto será mi dolor.
.
Maldigo luna y paisaje
los valles y los desiertos
maldigo muerto por muerto
y el vivo de rey a paje
el ave con su plumaje
yo la mandigo a porfia
las aulas las sacritias
porque me aflije un dolor
maldigo el vocablo amor
con toda su porqueria
cuanto será mi dolor.
.
Maldigo por fin lo blanco
lo negro con lo amarillo
obispos y monaguillos
ministros y predicandos
yo los maldigo llorando
lo libre y lo prisionero
lo dulce y lo pendenciero
le pongo mi maldición
en griego y en español
por culpa de un traicionero
cuanto será mi dolor.

martes, 11 de septiembre de 2007


César Vallejo
MASA
Al fin de la batalla,
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: "No mueras, te amo tanto!"
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Se le acercaron dos y repitiéronle:
"No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!"
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,
clamando: "Tanto amor y no poder nada contra la muerte!"
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Le rodearon millones de individuos,
con un ruego común: "¡Quédate hermano!
"Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Entonces, todos los hombres de la tierra
le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado;
incorporóse lentamente,
abrazó al primer hombre; echóse a andar.
Gabriela Mistral

ARAUCANOS
Vamos pasando, pasando
la vieja Araucanía
que ni vemos ni mentamos.
Vamos, sin saber, pasando
reino de unos olvidados,
que por mestizos banales,
por fábula los contamos,
aunque nuestras caras
suelen sin palabras declararlos.
Eso que viene y se acerca
como una palabra rápida
no es el escapar de un ciervo
que es una india azorada.
Lleva a la espalda al indito
y va que vuela. ¡Cuitada!
-¿Por qué va corriendo, di,
y escabullendo la cara?
Llámala, tráela, corre
que se parece a mi mama.
-No va a volverse, chiquito,
ya pasó como un fantasma.
Corre más, nadie la alcanza.
Va escapada de que vio
forasteros, gente blanca.
-Chiquito, escucha: ellos eran
dueños de bosque y montaña
de lo que los ojos ven
y lo que el ojo no alcanza,
de hierbas, de frutos, de
aire y luces araucanas,
hasta el llegar de unos dueños
de rifles y caballadas.
-No cuentes ahora, no,
grita, da un silbido, tráela.
-Ya se pierde ya, mi niño,
de Madre-Selva tragada.
¿A qué lloras? Ya la viste,
ya ni se le ve la espalda.
-Di cómo se llaman, dilo.
-Hasta su nombre les falta.
Los mientan "araucanos"
y no quieren de nosotros
vernos bulto, oírnos habla.
Ellos fueron despojados,
pero son la Vieja Patria,
el primer vagido nuestro
y nuestra primera palabra.
Son un largo coro antiguo
que no más ríe y ni canta.
Nómbrala tú, di conmigo:
brava-gente-araucana.
Sigue diciendo: cayeron.
Di más: volverán mañana.
Deja, la verás un día
devuelta y transfigurada
bajar de la tierra quechua
a la tierra araucana,
mirarse y reconocerse
y abrazarse sin palabras.
Ellas nunca se encontraron
para mirarse a la cara
y amarse y deletrear
sobre los rostros sus almas.
.
.
RAÍCES
Estoy metida en la noche
de estas raíces amargas,
ciegas, iguales y en pie
que como ciegas, son hermanas.
Sueñan, sueñan, hacen el sueño
y a la copa mandan la fábula.
Oyen los vientos, oyen los pinos
y no suben a saber nada.
Los pinos tienen su nombre
y sus siervas no descansan,
y por eso pasa mi mano
con piedad por sus espaldas.
Apretadas y revueltas,
las raíces alimañas
me miran con unos ojos
de peces que no se cansan;
preocupada estoy con ellas
que, silenciosas, me abrazan.
Abajo son los silencios.
En las copas son las fábulas.
Del sol fueron heridas
y bajaron a esta patria.
No sé quien las haya herido
que al rozarlas doy con llagas.
Quiero aprender lo que oyen
para estar tan arrobadas.
Paso entre ellas y mis mejillas
se manchan de tierra mojada.

viernes, 7 de septiembre de 2007

Stella Díaz Varín
NARCISO
A Isidro
Estoy ausente de la risa
y de todo lo que los hombres felices poseen.
A medida que la sangre huye como corzo,
a través de todos los paisajes
sin motivo aparente,
como creyendo que las imágenes más remotas
nos silencian el pensamiento;
erguida aún, a pesar de los soles
tan opacos en su raíz.
Me aproximo a tu figura alada,
a tus pequeños vértigos;
y te enseño a mirar
como suelen hacerlo los peces,
en órbitas que tus manos desconocían.
Emerjo -pequeño dios-
desde el vientre más recóndito
para unirte con la distancia, tan precisa.
Tenemos una mirada en común,
y una puerta abierta
para endilgar conversaciones,
apoyados en el dintel y recogidos
como suelen recogerse los abandonados,
dando el pecho a una música antigua
más aún que la vida y la muerte.
Y te revelas sabido ángel en espera de la caída.
Es el comportamiento
que la verdad prefiere.
Y es así, como vienes y vas
y te envuelves en la luz de viejos astros
para que pueda mirar tu esqueleto,
a sabiendas que no hay nada más hermoso
que el devenir de mar en huesos.
Uno al fin se acostumbra
a que nadie le diga adiós.
Y a percibir el sonido
en la palma de la mano
como los hipocampos
presienten el amor
acariciando sus espinas-vertebrales.
Embellecido en una gota de agua
mirada a través de la sed,
vienes a conocer mis primeras jornadas.
Las vertientes que indujeron a Dios
a unir nieve, corazón de árbol,
hiel, resina obscura,
vacilación, campana, eternidad,
y la noche por ojos.
.
.
DEL ESPACIO HACIA ACA, COMO DOS TIEMPOS
La noche,
dislocada como ala de cetáceo herido.
Amortajada siempre que la pupila niegue su orfandad.
Mar ampuloso y de grotesco seno;
cuando la claridad se haga en mí
no necesitaré de vuestra amada boca,
no necesitaré del meloso soliloquio de tu vértigo.
Me tienes, como un pez a su escama,
miserablemente uncida a ti,
llevándote como un niño canibal al pecho de su madre.
Y no he de desperdiciar hora, para maldecir
tus pariciones de planetas fosforescentes
que vomitas a mi lado sin ninguna delicadeza. ... ...
Olvidada como árbol de desierto,
donde transplanta el viajero su éxtasis sin experiencia,
feliz de abandonar el barco,
deseando encontrar en la tierra,
veneno obscuro será tu camino hacia el infinito!
Quién, sino el olvido,
quién sino la medida de una juventud soslayada
viene en mi ayuda ahora.
Ahora que he aprendido a pronunciar palabras
contra Dios y sus signos
y me arrodillo de hipocresía ante los conocidos.
Cuando en ángulo recto junto a una puerta
espero la palabra de bienvenida,
Y sólo escucho dentro, ruido de vasos
llenos de un vino generoso que jamás probaré...
Hay continentes simples, de un solo país
con ciudades elementales y casas de un piso
donde podría abandonarme,
y a tientas buscar el ocio y sus virtudes.
Pero el recuerdo tan sólo de tan buscado paraje,
me pinta en la cara un gesto de asco.
-Como si penetrara a la habitación del amor
y me encontrara con tres cadáveres
ante una cena inconclusa de ostras descompuestas-.

sábado, 25 de agosto de 2007

Nietzsche Friedrich

Las cosas mismas en cuya solidez y fijeza cree la
cabeza estrecha del hombre o del animal no tie-
nen existencia propia alguna. Son los destellos y
los relámpagos de las espadas blandidas, el ful-
gor de la victoria en el combate de cualidades
opuestas... La consumación total en el fuego es
saciedad... La saciedad engendra el crimen (la
hybris)...¿Toda la historia del mundo sería acaso
el castigo de la hybris? ¿Lo múltiple, el resulta-
do de un crimen?... El fuego... juega... transfor-
mándose en agua y en tierra..., construye como
un niño castillos de arena..., los edifica, los des-
truye y... recomienza el juego desde el principio.
Un instante de saciedad. Luego, la necesidad lo
toma de nuevo... No es el instinto del crimen, es
el gusto del juego, depertado siempre de nuevo,
el que convoca nuevos mundos a la vida...
.
La filosofía en la época trágica de los griegos
.
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HERÁCLITO
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Era orgulloso Heráclito; y cuando el orgullo anida en una filósofo, es un orgullo de grandes dimensiones. Su acción jamás lo condujo a buscar un "público", el aplaudo de las masas o el coro adulador de sus contemporáneos. Pertenecía a la naturaleza del filósofo recorrer las calles solitario. Sus dones están entre los más raros, son en cierto sentido contra natura, exclusivos y hostiles incluso a la mirada de dones semejantes. El muro de su suficiencia debía ser diamantino para no romperse o quebrarse, porque todo se movía en su contra. Su viaje hacia la inmortalidad estaba sembrado de más obstáculos que ningún otro, y sin embargo nadie puede creer con más seguridad que el filósofo que podrá alcanzar la inmortalidad a través de este camino. No sabía de dónde asirse si no era de las alas desplegadas de todos los tiempos, puesto que el desprecio de las cosas presentes e instantáneas compone la esencia de la gran naturaleza filosófica. Posee la verdad, y aunque el libertad de la rueda del tiempo el girar en uno o en otro sentido, nunca escapará a la verdad. Es importante saber que hombres como éstos vivieron una sola vez. Nunca osaremos imaginar el orgullo de Heráclito como una posibilidad ociosa. Todo esfuerzo hacia el conocimiento parece, por su naturaleza, eternamente insatisfecho e insatisfactorio. Por eso nadie, si no está informado por la historia, querrá creer en la realidad de una valoración de sí tan majestuosa como la que confiere la convicción de ser el único y dichoso pretendiente de la Verdad. Hombres como ésos viven en su propio sistema solar: y es allí donde hay que ir a buscarlos. Un Pitágoras, un Empédocles, trataban su propia persona con una estima más que humana, con un temor casi religioso; pero el lazo de la compasión, ligado a la profunda creencia en la transmigración de las almas y en la unidad de todo lo vivo, los conducía hacia los demás hombres para la salud de estos últimos. En cuanto al setimiento de soledad del que estaba penetrado el eremita efesio del templo de Artemisa, sólo podría experimentarse en medio de los sitios alpinos más desolados. Ningún sentimiento de piedad todopoderosa emana de él, ningún deseo de acudir en ayuda de otro, de curar o de salvar. Es un astro sin atmósfera. Su ojo, cuyo ardor se dirige totalmente al interior, no tieme más que una mirada extinta, glacial, como de puara apariencia hacia afuera. Alrededor de él las olas de la locura y de la perversidad golpean la fortaleza de su orgullo: él se vuelve con asco. Pero también los hombres de corazón evitan una máscara semejante, como fundida en bronce; en un santuario retirado, entre las imágenes de los dioses, a la sombra de una arquitectura fría, calma e inefable, todavía puede concebirse la existencia de tal ser. Entre los hombres, Heráclito, en tanto que hombre, era inconcebible; y si es cierto que contemplaba atentamente los juegos de los niños bulliciosos, es cierto también que al hacerlo soñaba con algo con lo que ningún hombre sueña en igual ocasion: con el juego del niño universal, Zeus. No tenía en lo más mínimo necesidad de los otros hombres, ni siquiera para su conocimiento; no se dedicaba a plantearles todas las preguntas que se les puede plantear, ni las que los sabios se habían esforzado en plantear antes que él. Hablaba con desprecio de esos hombres "históricos". "Yo me busco y me exploro a mí mismo", decía valiéndose de un término con el que se definía la profundización de un oráculo, como si fuera él el verdadero y único ejecutor de la sentencia délfica "conócete a ti mismo".
En cuanto a los que escuchaba en este oráculo, lo tenía por sabiduría inmortal y digno de interpretación eterna, de efecto ilimitado en el porvenir lejano, a semejanza de los discursos proféticos de la Sibila. Hay suficiente para la humanidad que habría de llegar más tarde, en tanto que quiera solamente interpretar, como sentencia oracular, lo que él, como el dios de Delfos, "ni expresó no calló". Y aunque su sentencia sea anunciada "sin sonrisa, sin ornamento ni perfume", sino más bien "como una boca espumante", es preciso que se perpetúe en los milenios del porvenir. Porque el mundo tiene eternamente necesidad de la verdad, tiene eternamente necesidad de Heráclito, aunque Heráclito no tenga en lo más mínimo necesidad él mismo. ¿Qué le importa a él su gloria?
La gloria en "¡los mortales en devenir perpetuo!", exclamaba con ironía. Su gloria concierne sin duda a los humanos, no le interesa a él mismo: la inmortalidad de los humanos tiene necesidad de él, y no él mismo de la inmortalidad del hombre Heráclito. Lo que supo ver, la doctrina de la ley en el devenir y del juego en la necesidad, debe desde entonces ser visto eternamente: ha levantado el telón del mayor entre todos los espectáculos.

miércoles, 1 de agosto de 2007


Violeta Parra

SOLITARIO SOLO
El sol me mezquina las horas del día
la noche me puebla todas mis orillas
así voy rodando como el ave herida,
me levanto, caigo, me paro enseguida.
Así voy rodando como el ave herida,
el viento me enreda en sus cuerdas frías.
El viento me arrastra con fuerza maligna,
si quiere quedarse mi cuerpo allá arriba,
se llenan mis huesos de llamas altivas,
el viento me viste, me baja enseguida.
Se llenan mis huesos de llamas altivas,
el viento me cubre su larga camisa.
La luz de los montes todo me encandila,
igual que la mano de terca nodriza las
nubes me entregan su llanto de arriba,
con la luz y el viento, me alargan la esquina.
Las nubes me entregan su llanto de arriba,
con la luz y el viento me paro enseguida.
Solitario solo como luna esquiva,
pa'escupir mis penas me falta saliva
la reseca el viento que siempre vigila,
para sepultarme en su negra brisa.
La reseca el viento que siempre vigila,
para sepultarme en frías cenizas.

Julio Cortázar

CONTINUIDAD DE LOS PARQUES
Había empezado a leer la novela unos días antes. La abandonó por negocios urgentes, volvió a abrirla cuando regresaba en tren a la finca; se dejaba interesar lentamente por la trama, por el dibujo de los personajes. Esa tarde, después de escribir una carta a su apoderado y discutir con el mayordomo una cuestión de aparcerías volvió al libro en la tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de los robles. Arrellanado en su sillón favorito de espaldas a la puerta que lo hubiera molestado como una irritante posibilidad de intrusiones, dejó que su mano izquierda acariciara una y otra vez el terciopelo verde y se puso a leer los últimos capítulos. Su memoria retenía sin esfuerzo los nombres y las imágenes de los protagonistas; la ilusión novelesca lo ganó casi en seguida. Gozaba del placer casi perverso de irse desgajando línea a línea de lo que lo rodeaba, y sentir a la vez que su cabeza descansaba cómodamente en el terciopelo del alto respaldo, que los cigarrillos seguían al alcance de la mano, que más allá de los ventanales danzaba el aire del atardecer bajo los robles. Palabra a palabra, absorbido por la sórdida disyuntiva de los héroes, dejándose ir hacia las imágenes que se concertaban y adquirían color y movimiento, fue testigo del último encuentro en la cabaña del monte. Primero entraba la mujer, recelosa; ahora llegaba el amante, lastimada la cara por el chicotazo de una rama. Admirablemente restallaba ella la sangre con sus besos, pero él rechazaba las caricias, no había venido para repetir las ceremonias de una pasión secreta, protegida por un mundo de hojas secas y senderos furtivos. El puñal se entibiaba contra su pecho, y debajo latía la libertad agazapada. Un diálogo anhelante corría por las páginas como un arroyo de serpientes, y se sentía que todo estaba decidido desde siempre. Hasta esas caricias que enredaban el cuerpo del amante como queriendo retenerlo y disuadirlo, dibujaban abominablemente la figura de otro cuerpo que era necesario destruir. Nada había sido olvidado: coartadas, azares, posibles errores. A partir de esa hora cada instante tenía su empleo minuciosamente atribuido. El doble repaso despiadado se interrumpía apenas para que una mano acariciara una mejilla. Empezaba a anochecer.
Sin mirarse ya, atados rígidamente a la tarea que los esperaba, se separaron en la puerta de la cabaña. Ella debía seguir por la senda que iba al norte. Desde la senda opuesta él se volvió un instante para verla correr con el pelo suelto. Corrió a su vez, parapetándose en los árboles y los setos, hasta distinguir en la bruma malva del crepúsculo la alameda que llevaba a la casa. Los perros no debían ladrar, y no ladraron. El mayordomo no estaría a esa hora, y no estaba. Subió los tres peldaños del porche y entró. Desde la sangre galopando en sus oídos le llegaban las palabras de la mujer: primero una sala azul, después una galería, una escalera alfombrada. En lo alto, dos puertas. Nadie en la primera habitación, nadie en la segunda. La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano. la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela.

viernes, 27 de julio de 2007

George Bataille

ONCE POEMAS RETIRADOS DE EL ARCANGÉLICO
mi locura y mi miedo
tienen grandes ojos muertos
la fijeza de la fiebre
.
lo que mira en esos ojos
es la nada del universo
mis ojos son ciegos cielos
.
en mi impenetrable noche
lo imposible está clamando
todo se derrumba


***


almanaque de lejía de tinta
inmortalidad de poeta velludo
poesía cementerio de obesidad
.
adiós terneras licenciosas
dulces muertos en hábitos de mujeres desnudas
.
adiós mentira sueños
***
prurito infinito de hormigas arresto
trilla de papeles mostachos polvorientos
vagonetas de fiebre
.
columnata de lluvia loca
susurros de sudarios infectos
fúnebre impudor de los humanos huesos
.
allí una muchedumbre amontona las cajas del quizá
un gendarme en camisa en lo alto de un tejado
blande una guadaña el demonio
***
te pierdo en el viento
entre los muertos te cuento
un cordón indispensable
entre el corazón y el viento
***

Nada tengo que hacer en este mundo
sino arder
de amor por ti muero
.
tu ausencia de reposo
un viento loco silva en tu cabeza
enferma de haber reído
me huiste por un amargo vacío
que te desgarra el corazón
.
desgárrame si tu quieres
mis ojos te encuentran en la noche
ardiendo de fiebre
***
Tengo frío en el corazón y tiemblo
desde las profundidades del dolor te llamo
con un grito inhumano
como si pariera
.
tú me ahogas como la muerte
lo sé desgraciadamente
sólo te encuentro agonizando
eres bella como la muerte
.
todas las palabras me ahogan
***


estrella horada el cielo
grita como la muerte
ahoga
.
no quiero vivir
que dulce es ahogarme
la estrella que se eleva
está fría como una muerta
***


véndame los ojos
amo la noche
mi corazón es negro
.
empújame a la noche
todo es falso
sufro
.
el mundo huele a muerte
los pájaros vuelan con los ojos reventados
eres sombría como un cielo negro
***


la fiesta comenzará
en el lodo y en el miedo
.
las estrellas caerán
cuando la muerte se acerque.
***


Eres el horror de la noche
te amo como se agoniza
eres débil como la muerte
.
te amo como se delira
sabes que mi cabeza muere
eres la inmensidad el miedo
.
eres bella como matar es bello
con el corazón desmesurado me ahogo
tu vientre esta desnudo como la noche.
***


Me arrastras hacia el final
la agonía ha comenzado
nada más tengo que decirte
nada desde la tumba
y las tumbas son mudas.

Nosotros los marcados, parecíamos con razón extraños, incluso locos y peligrosos. Habíamos despertado, o estábamos despertando, y nuestro empeño estaba dirigido a una mayor conciencia; mientras que el empeño y la búsqueda de los demás iba a subordinar, cada vez con más fuerza, sus opiniones, ideales y deberes, su vida y su felicidad, a los del rebaño. También entre aquéllos había empeño, y fuerza y grandeza. Pero mientras nosotros, los marcados, creíamos representar la voluntad de la naturaleza hacia lo nuevo, individual y futuro, los demás vivían en una voluntad de permanencia. Para ellos la humanidad -a la que querían con la misma fuerza que nosotros- era algo acabado que había que conservar y proteger. Para nosotros, en cambio, la humanidad era un futuro lejano hacia el que todos nos movíamos, cuya imagen nadie conocía, cuyas leyes no estaban escritas en ninguna parte.

Grabriela Mistral
LOS SONETOS DE LA MUERTE

I

Del nicho helado en que los hombres te pusieron,
te bajaré a la tierra humilde y soleada.
Que he de dormirme en ella los hombres no supieron,
y que hemos de soñar sobre la misma almohada.
.
Te acostaré en la tierra soleada con una
dulcedumbre de madre para el hijo dormido,
y la tierra ha de hacerse suavidades de cuna
al recibir tu cuerpo de niño dolorido.
.
Luego iré espolvoreando tierra y polvo de rosas,
y en la azulada y leve polvareda de luna,
los despojos livianos irán quedando presos.
.
Me alejaré cantando mis venganzas hermosas,
¡porque a ese hondor recóndito la mano de ninguna
bajará a disputarme tu puñado de huesos!

II


Este largo cansancio se hará mayor un día,
y el alma dirá al cuerpo que no quiere seguir
arrastrando su masa por la rosada vía,
por donde van los hombres, contentos de vivir...
.
Sentirás que a tu lado cavan briosamente,
que otra dormida llega a la quieta ciudad.
Esperaré que me hayan cubierto totalmente...
¡y después hablaremos por una eternidad!
.
Sólo entonces sabrás el por qué no madura
para las hondas huesas tu carne todavía,
tuviste que bajar, sin fatiga, a dormir.
.
Se hará luz en la zona de los sinos, oscura;
sabrás que en nuestra alianza signo de astros había
y, roto el pacto enorme, tenías que morir...

III


Malas manos tomaron tu vida desde el día
en que, a una señal de astros, dejara su plantel
nevado de azucenas. En gozo florecía.
Malas manos entraron trágicamente en él...
.
Y yo dije al Señor: -"Por las sendas mortales
le llevan. ¡Sombra amada que no saben guiar!
¡Arráncalo, Señor, a esas manos fatales
o le hundes en el largo sueño que sabes dar!
.
¡No le puedo gritar, no le puedo seguir!
Su barca empuja un negro viento de tempestad.
Retórnalo a mis brazos o le siegas en flor"
.
Se detuvo la barca rosa de su vivir...
¿Que no sé del amor, que no tuve piedad?
¡Tú, que vas a juzgarme, lo comprendes, Señor!

jueves, 26 de julio de 2007


Antonin Artaud

Lo difícil es encontrar su lugar exacto y reencontrar la comunicación consigo mismo. El todo está en una cierta floculación de las cosas, en el parecido de toda esa pedrería mental alrededor de un punto que está precisamente por encontrar.
Y he aquí lo que pienso de la mente:
SEGURAMENTE LA INSPIRACIÓN EXISTE
Y hay un punto fosforescente donde toda la realidad se reencuentra, pero transformada, metamorfoseada -¿y por qué?-, un punto de mágica utilidad de las cosas. Y creo en los aerolitos mentales, en las cosmogonías individuales.
Sabéis lo que es la sensibilidad suspendida, esa vitalidad terrorífica y partida en dos, ese punto de cohesión necesaria en la que el ser no se alza más, ese sitio amenazador, ese lugar aterrante.
***
Si uno pudiera probar solamente su nada, si uno pudiera reposar en su nada y que esa nada no fuera una cierta forma de ser, pero tampoco la muerte total.
Es tan duro dejar de existir, dejar de estar dentro de algo. El verdadero dolor es sentir cómo se desplaza nuestro pensamiento en uno mismo. Pero el pensamiento como un punto no es seguramente un sufrimiento.
Estoy en el instante en que no me aferro más a la vida, pero llevo conmigo todos los apetitos y las insistentes titilaciones del ser. No tengo más que una ocupación: volverme a hacer.
***
Hay una angustia ácida y turbia, tan potente como un cuchillo, y en la que el descuartizamiento tiene el peso de la tierra, una angustia de relámpagos, en puntuación de simas, cerradas y apretadas, como chinches, como piojos duros, cuyos movimientos están congelados, una angustia donde el espíritu se estrangula y se corta a sí mismo -se mata.
No consume nada que no le pertenezca, nace de su propia asfixia.
Es una congelación hasta la médula, una ausencia de fuego mental, una carencia de circulación de la vida.
Pero la angustia opiácea tiene otro color, no tiene esa caída metafísica, esta maravillosa imperfección de acento. La imagino llena de ecos y de cuevas, de laberintos, de retornos; llena de lenguas de fuego parlantes, de ojos mentales en acción y del chasquido de un sombrío rayo, pleno de razón.
Pero entonces imagino bien centrada al alma, y siempre en el infinito divisible, y transportable como algo que es. Imagino al alma sensible, que a la vez lucha y consiente y hace girar sus lenguas en todos los sentidos, multiplica su sexo -y se mata.
Es necesario conocer la verdadera nada deshilada, la nada que no tiene ya órgano. La nada del opio tiene en sí la forma de una frente que piensa, que ha encontrado el sitio del negro orificio.
Yo hablo de la ausencia de orificio, de un sufrimiento frío y sin imágenes, sin sentimientos, que es como un choque indescriptible de fracasos.