viernes, 27 de julio de 2007


Nosotros los marcados, parecíamos con razón extraños, incluso locos y peligrosos. Habíamos despertado, o estábamos despertando, y nuestro empeño estaba dirigido a una mayor conciencia; mientras que el empeño y la búsqueda de los demás iba a subordinar, cada vez con más fuerza, sus opiniones, ideales y deberes, su vida y su felicidad, a los del rebaño. También entre aquéllos había empeño, y fuerza y grandeza. Pero mientras nosotros, los marcados, creíamos representar la voluntad de la naturaleza hacia lo nuevo, individual y futuro, los demás vivían en una voluntad de permanencia. Para ellos la humanidad -a la que querían con la misma fuerza que nosotros- era algo acabado que había que conservar y proteger. Para nosotros, en cambio, la humanidad era un futuro lejano hacia el que todos nos movíamos, cuya imagen nadie conocía, cuyas leyes no estaban escritas en ninguna parte.

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