2. CIVILIZACIÓN GRIEGA Y HORROR*
El mundo griego estaba obsesionado por muchos tipos de fealdad y de perversidad. No hace falta remitirse a la oposición entre lo apolíneo y dionisíaco: aunque en los cortejos de Baco aparecen silenos ebrios y comicamente repugnantes, precisamente en el Banquete se elogia como una buena proeza la resistencia de Sócrates en las más generosas libaciones. Se mantine a lo sumo una sombra de ambigüedad acerca del papel de la música, que estimula pasiones; pero toda la estética pitagórica convierte la música en el elemento en el que se cumplen las leyes ideales, las reglas matemáticas de la proporción y de la armonía.
Quedan, no obstante, en la cultura griega zonas subterráneas donde se practican los Misterios, y los héroes (como Ulises y Eneas) se aventuran en las brumas tristes del Hades, cuyos horrores ya nos cuenta Hesíodo. La mitología clásica es un catálogo de crueldades inenarrables: Saturno devora a sus hijos; Medea mata a los suyos para vengarse del marido infiel: Tántalo cuece a su hijo Pélope y se lo ofrece en un banquete a los dioses para probar su perspicacia; Agamenón no duda en sacrificar a su hija Ifigenia para aplacar la ira de los dioses; Atreo ofrece la carne de sus hijos a su hermano Tiestes; Egisto mata a Agamenón para quitarle la esposa, Clitemnestra, a la que luego matará su hijo Orestes; Edipo, aunque sin saberlo, comete parricidio e incesto... Es un mundo dominado por el mal, donde seres sumamente bellos cometen acciones "feamente" atroces.
En este universo vagan seres espantosos, repugnantes porque son híbridos que violan las leyes de las formas naturales: véanse en Homero las Sirenas, que no eran mujeres fascinantes con cola de pez, como las representó la tradición posterior, sino pajarracos rapaces, Escila y Caribdis, Polifemo, la Quimera; en Virgilio, Cerbero y las Harpías; y además las Gorgonas (con la cabeza erizada de serpientes y colmillos de jabalí), la Esfinge, de rostro humano en un cuerpo de león, las Erinias, los Centauros, malvados a causa de su ambigüedad, el Minotauro, con cabeza de toro en un cuerpo humano, las Medusas... Si bien la posteridad se ha deleitado en la era de la kalokagathía, también se ha inspirado en estas manifestaciones de lo horrendo, desde Dante hasta nuestros días.
Incluso el mundo cristiano (que, como veremos en el próximo capítulo, elaboró su propia idea trementa de la fealdad), en páginas como las de Clemente de Alenjandría o Isidoro de Sevilla, utilizó como pretexto las monstruiosidades descritas por los antiguos para demostrar la falsedad de la mitología pagana.
SIRENAS
Homero (Siglo IX a.C.)
Odisea, XII, 40-62
En primer lugar llegarás junto a las
Sirenas, las que hechizan a todos los
humanos que se aproximan a ellas.
Cualquiera que en su ignorancia se les
acerca y escucha la voz de las Sirenas, a
ese no le abrazarán de nuevo su mujer
ni sus hijos contentos en su regreso a
casa. Allí las Sirenas lo hechizan con su
canto fascinante, situadas en una pradera.
En torno a ellas amarillea un enorme
montón de huesos y renegridos pellejos
humanos putrefactos. ¡Así que pasa de
largo! En las orehas de tus compañeros
pon tapones de cera melosa, para que
ninguno de ellos las oiga. Respecto a ti
mismo, si deseas escucharlas, que te
sujeten a bordo de tu rápida nave de
pies y de manos, atándote fuerte al
mástil, y que dejen bien tensas las
amarras de este, para que puedas oír
para tu placer la vos de las dos Sirenas.
Y si te pones a suplicar y ordenar a tus
compañeros que te suelte, que ellos
te asegure entonces con más ligaduras.
Después, cuando ya tus compañeros
las haya pasado de largo, no voy a
explicarte de modo puntual cuál será
tu camino, porque debes decidirlo tú
mismo en tú ánimo.
Pero te mencionaré las dos alternativas.
Por un lado hay unas rocas escarpadas,
oleaje de Anfitrite de azules pupilas.
Son las que llaman Rocas Errantes los
dioses felices.
LAS ARPÍAS
Virgilio (Siglo I a.C.)
Eneida, III, 354-358, 361-368
Es griego este nombre de Estrófades,
y ellas son islas que están en el gran
jónico, que habitan la cruel Celeno y
otras Harpías [...] No hay monstruo
que ellas más triste, ni hay peste más
dura que ellas; y por ellas la ira de
los dioses surgió de las aguas estigias.
Volátiles son y tienen cara de dondellas;
es insufrible la hediondez de su vientre;
son garfios sus manos, y el rostro llevan
siempre vestido con la palidez del
hambre.
ESCILA Y CARIBDIS
Homero (Siglo IX a.C.)
Odisea, XII, 85-93
Allí habita Escila que lanza atronadores
aullidos. Su voz, en efecto, es como la
de un joven cachorro, pero ella es un
monstruo espantoso. Nadie se alegraría
de verla, ni siquiera un dios que se
topara con ella. Tiene doce patas, todas
deformes y seis cuellos larguísimos,
y sobre cada uno de ellos una cabeza
horrible, y en ellas tres filas de dientes
agudos y apretados, repletos de negra
muerte.
POLIFEMO
Homero (Siglo IX a.C.)
Odisea, IX, 187-190, 288-298, 372-376,
378-384, 388-391
Allí pernoctaba un individuo monstruoso
que llevaba a pacer sus ganados en
solitario y aparte. No se trataba con
otros y carecía de normas (...) Echó
sus manos sobre mis compañeros, y
agarrando a dos, como a dos cachorros
se puso a machacarlos contra el suelo.
El cerebro de ellos se desparramó y
mojaba la tierra. Los descuartizó miembro
por miembro y se preparó la cena.
Devoraba como un león criado en las
selvas, sin dejar nada, las vísceras,
las carnes y los huesos con el tuétano.
Nosotros llorábamos y alzábamos las
manos a Zeus, mientras contemplábamos
tan atroces actos. La desesperación
dominaba nuestro ánimo.
Luego que el cíclope se hubo llenado
su gran tripa comiendo carne humana
y bebiendo ecima leche pura, acostose
en medio de la gruta tumbándose entre
el rebaño. (...) Dijo, y tumbándose
cayó boca arriba, y al momento quedose
tendido, torciendo su grueso cuello.
El sueño, que todo vence, lo dominaba.
De su gaznate regurgitaba vino y trozos
de carne humana. Eructaba ahíto de vino.
CERBERO
Virgilio (Siglo I a.C.)
Eneida, VI, 612.629
Asorda estos reinos con su ladrido
trifauce el gran Cervero, tendido y
monstruoso de parte a parte de su cueva.
A quien la profetisa, viendo que ya se
eriza su cuello envedijado de culebras,
le echa la torta narcotizada de miel y
semillas medicinales. Él la toma al vuelo,
abriendo las tres gargantas, que el
hambre exaspera y, dejándose caer
por el suelo, relaja sus desdemidos
miembros y se extiende monstruoso
llenando su toda su cueva. Sepultado en
sueño el guardián, ocupa Eneas la
entrada y pasa presto a la ribera de
la onda que no tiene retorno.
LOS INFIERNOS
Hesíodo (Siglo VII a.C.)
Teogonía, 736-773
Allí de la tierra sombría, del tenebroso
Tártaro, del ponto estéril y del cielo estrellado
están alineados los manantiales y términos
hórridos y pútridos de todos, y hasta los
dioses los maldicen. Enorme abismo: no
se alcanzaría su fondo ni en todo un año
completo, si antes fuera posible franquear
sus puertas; sino que por aquí y por allá te
arrastraría huracán ante huracán terrible (...)
También se encuentran allí las terribles
mansiones de la oscura Noche cubiertas
de negruzcos nubarrones. Delante de ellas, el
hijo de Japeto sostiene el ancho cielo,
apoyándolo en su cabeza e infatigables
brazos, sólidamente, allí donde la Noche y la
Luz del día se acercan más y se saludan entre
ellas pasando alternativamente el gran
vestíbulo de bronce. Cuando una va a entrar,
ya la otra está yendo hacia la puerta, y nunca
el palacio acoge entre sus muros a ambas
sino que siempre una de ellas fuera del
palacio da vueltas por la tierra y la otra espera
en la morada hasta que llegue el momento
de su viaje. Una ofrece a los seres de la tierra
su luz penetrante; la otra les lleva en sus
brazos el Sueño hermano de la Muerte, la
funesta Noche, envuelta en densa niebla.
Allí tienen su casa los hijos de la oscura
Noche, Hipnos y Tánato, terribles dioses;
nunca el radiante Helios les alumbra con
sus rayos al subir al cielo ni al bajar del
cielo. Uno de ellos recorre tranqulamente
la tierra y los anchos lomos del mar y es
dulce para los hombres; el otro, en cambio,
tiene de hierro el corazón y un alma
implacable de bronce alberga en su pecho.
Retiene al hombre que coge antes, y es
odioso icluso para los inmortales dioses.
Allí delante se encuentran las resonantes
mansiones del dios subterráneo [del
poderoso Hades y la temible Perséfone]
QUIMERA
Homero (Siglo IX a.C.)
Ilíada, VI, 222-226
Había esta nacido de los dioses, no de los
hombres, y por delante parecía un león,
un dragón por detrás y una cabra en el
tronco. Y aunque su aliento era de
violentas llamas, Belerofonte la mató
confiado en los prodigios de los dioses.
FEALDAD DE LAS DIVINIDADES PAGANAS
Clemente de Alejandría (150-215)
Protréptico, 61
¡Ved cuáles son las enseñanzas de los
vuestros, de los que se prostituyen junto
con vosotros! (...) ¿Y cuáles son además
vuestras otras imágenes? ¡Ciertas estatuillas
de Pan, ciertas figuritas femeninas desnudas
sátiros borrachos y falos hinchados,
pintados sin pudor alguno y que están
avergonzados de su propia incontinencia!
En cambio vosotros, cuando veis las
formas de todo tipo de desenfreno
pintadas abiertamente y en público, no
las conserváis, las colgáis de lo alto, igual
que hacéis con las imágenes de vuestros
dioses, y en vuestras casa veneráis como
sagradas las que son en cambio estelas
de impudicia, y os da igual que os
representen las obscenas posturas de
Filénide y los trabajos de Hércules.
*Historia de la fealdad Umberto Eco
Quedan, no obstante, en la cultura griega zonas subterráneas donde se practican los Misterios, y los héroes (como Ulises y Eneas) se aventuran en las brumas tristes del Hades, cuyos horrores ya nos cuenta Hesíodo. La mitología clásica es un catálogo de crueldades inenarrables: Saturno devora a sus hijos; Medea mata a los suyos para vengarse del marido infiel: Tántalo cuece a su hijo Pélope y se lo ofrece en un banquete a los dioses para probar su perspicacia; Agamenón no duda en sacrificar a su hija Ifigenia para aplacar la ira de los dioses; Atreo ofrece la carne de sus hijos a su hermano Tiestes; Egisto mata a Agamenón para quitarle la esposa, Clitemnestra, a la que luego matará su hijo Orestes; Edipo, aunque sin saberlo, comete parricidio e incesto... Es un mundo dominado por el mal, donde seres sumamente bellos cometen acciones "feamente" atroces.
En este universo vagan seres espantosos, repugnantes porque son híbridos que violan las leyes de las formas naturales: véanse en Homero las Sirenas, que no eran mujeres fascinantes con cola de pez, como las representó la tradición posterior, sino pajarracos rapaces, Escila y Caribdis, Polifemo, la Quimera; en Virgilio, Cerbero y las Harpías; y además las Gorgonas (con la cabeza erizada de serpientes y colmillos de jabalí), la Esfinge, de rostro humano en un cuerpo de león, las Erinias, los Centauros, malvados a causa de su ambigüedad, el Minotauro, con cabeza de toro en un cuerpo humano, las Medusas... Si bien la posteridad se ha deleitado en la era de la kalokagathía, también se ha inspirado en estas manifestaciones de lo horrendo, desde Dante hasta nuestros días.
Incluso el mundo cristiano (que, como veremos en el próximo capítulo, elaboró su propia idea trementa de la fealdad), en páginas como las de Clemente de Alenjandría o Isidoro de Sevilla, utilizó como pretexto las monstruiosidades descritas por los antiguos para demostrar la falsedad de la mitología pagana.
SIRENAS
Homero (Siglo IX a.C.)
Odisea, XII, 40-62
En primer lugar llegarás junto a las
Sirenas, las que hechizan a todos los
humanos que se aproximan a ellas.
Cualquiera que en su ignorancia se les
acerca y escucha la voz de las Sirenas, a
ese no le abrazarán de nuevo su mujer
ni sus hijos contentos en su regreso a
casa. Allí las Sirenas lo hechizan con su
canto fascinante, situadas en una pradera.
En torno a ellas amarillea un enorme
montón de huesos y renegridos pellejos
humanos putrefactos. ¡Así que pasa de
largo! En las orehas de tus compañeros
pon tapones de cera melosa, para que
ninguno de ellos las oiga. Respecto a ti
mismo, si deseas escucharlas, que te
sujeten a bordo de tu rápida nave de
pies y de manos, atándote fuerte al
mástil, y que dejen bien tensas las
amarras de este, para que puedas oír
para tu placer la vos de las dos Sirenas.
Y si te pones a suplicar y ordenar a tus
compañeros que te suelte, que ellos
te asegure entonces con más ligaduras.
Después, cuando ya tus compañeros
las haya pasado de largo, no voy a
explicarte de modo puntual cuál será
tu camino, porque debes decidirlo tú
mismo en tú ánimo.
Pero te mencionaré las dos alternativas.
Por un lado hay unas rocas escarpadas,
oleaje de Anfitrite de azules pupilas.
Son las que llaman Rocas Errantes los
dioses felices.
LAS ARPÍAS
Virgilio (Siglo I a.C.)
Eneida, III, 354-358, 361-368
Es griego este nombre de Estrófades,
y ellas son islas que están en el gran
jónico, que habitan la cruel Celeno y
otras Harpías [...] No hay monstruo
que ellas más triste, ni hay peste más
dura que ellas; y por ellas la ira de
los dioses surgió de las aguas estigias.
Volátiles son y tienen cara de dondellas;
es insufrible la hediondez de su vientre;
son garfios sus manos, y el rostro llevan
siempre vestido con la palidez del
hambre.
ESCILA Y CARIBDIS
Homero (Siglo IX a.C.)
Odisea, XII, 85-93
Allí habita Escila que lanza atronadores
aullidos. Su voz, en efecto, es como la
de un joven cachorro, pero ella es un
monstruo espantoso. Nadie se alegraría
de verla, ni siquiera un dios que se
topara con ella. Tiene doce patas, todas
deformes y seis cuellos larguísimos,
y sobre cada uno de ellos una cabeza
horrible, y en ellas tres filas de dientes
agudos y apretados, repletos de negra
muerte.
POLIFEMO
Homero (Siglo IX a.C.)
Odisea, IX, 187-190, 288-298, 372-376,
378-384, 388-391
Allí pernoctaba un individuo monstruoso
que llevaba a pacer sus ganados en
solitario y aparte. No se trataba con
otros y carecía de normas (...) Echó
sus manos sobre mis compañeros, y
agarrando a dos, como a dos cachorros
se puso a machacarlos contra el suelo.
El cerebro de ellos se desparramó y
mojaba la tierra. Los descuartizó miembro
por miembro y se preparó la cena.
Devoraba como un león criado en las
selvas, sin dejar nada, las vísceras,
las carnes y los huesos con el tuétano.
Nosotros llorábamos y alzábamos las
manos a Zeus, mientras contemplábamos
tan atroces actos. La desesperación
dominaba nuestro ánimo.
Luego que el cíclope se hubo llenado
su gran tripa comiendo carne humana
y bebiendo ecima leche pura, acostose
en medio de la gruta tumbándose entre
el rebaño. (...) Dijo, y tumbándose
cayó boca arriba, y al momento quedose
tendido, torciendo su grueso cuello.
El sueño, que todo vence, lo dominaba.
De su gaznate regurgitaba vino y trozos
de carne humana. Eructaba ahíto de vino.
CERBERO
Virgilio (Siglo I a.C.)
Eneida, VI, 612.629
Asorda estos reinos con su ladrido
trifauce el gran Cervero, tendido y
monstruoso de parte a parte de su cueva.
A quien la profetisa, viendo que ya se
eriza su cuello envedijado de culebras,
le echa la torta narcotizada de miel y
semillas medicinales. Él la toma al vuelo,
abriendo las tres gargantas, que el
hambre exaspera y, dejándose caer
por el suelo, relaja sus desdemidos
miembros y se extiende monstruoso
llenando su toda su cueva. Sepultado en
sueño el guardián, ocupa Eneas la
entrada y pasa presto a la ribera de
la onda que no tiene retorno.
LOS INFIERNOS
Hesíodo (Siglo VII a.C.)
Teogonía, 736-773
Allí de la tierra sombría, del tenebroso
Tártaro, del ponto estéril y del cielo estrellado
están alineados los manantiales y términos
hórridos y pútridos de todos, y hasta los
dioses los maldicen. Enorme abismo: no
se alcanzaría su fondo ni en todo un año
completo, si antes fuera posible franquear
sus puertas; sino que por aquí y por allá te
arrastraría huracán ante huracán terrible (...)
También se encuentran allí las terribles
mansiones de la oscura Noche cubiertas
de negruzcos nubarrones. Delante de ellas, el
hijo de Japeto sostiene el ancho cielo,
apoyándolo en su cabeza e infatigables
brazos, sólidamente, allí donde la Noche y la
Luz del día se acercan más y se saludan entre
ellas pasando alternativamente el gran
vestíbulo de bronce. Cuando una va a entrar,
ya la otra está yendo hacia la puerta, y nunca
el palacio acoge entre sus muros a ambas
sino que siempre una de ellas fuera del
palacio da vueltas por la tierra y la otra espera
en la morada hasta que llegue el momento
de su viaje. Una ofrece a los seres de la tierra
su luz penetrante; la otra les lleva en sus
brazos el Sueño hermano de la Muerte, la
funesta Noche, envuelta en densa niebla.
Allí tienen su casa los hijos de la oscura
Noche, Hipnos y Tánato, terribles dioses;
nunca el radiante Helios les alumbra con
sus rayos al subir al cielo ni al bajar del
cielo. Uno de ellos recorre tranqulamente
la tierra y los anchos lomos del mar y es
dulce para los hombres; el otro, en cambio,
tiene de hierro el corazón y un alma
implacable de bronce alberga en su pecho.
Retiene al hombre que coge antes, y es
odioso icluso para los inmortales dioses.
Allí delante se encuentran las resonantes
mansiones del dios subterráneo [del
poderoso Hades y la temible Perséfone]
QUIMERA
Homero (Siglo IX a.C.)
Ilíada, VI, 222-226
Había esta nacido de los dioses, no de los
hombres, y por delante parecía un león,
un dragón por detrás y una cabra en el
tronco. Y aunque su aliento era de
violentas llamas, Belerofonte la mató
confiado en los prodigios de los dioses.
FEALDAD DE LAS DIVINIDADES PAGANAS
Clemente de Alejandría (150-215)
Protréptico, 61
¡Ved cuáles son las enseñanzas de los
vuestros, de los que se prostituyen junto
con vosotros! (...) ¿Y cuáles son además
vuestras otras imágenes? ¡Ciertas estatuillas
de Pan, ciertas figuritas femeninas desnudas
sátiros borrachos y falos hinchados,
pintados sin pudor alguno y que están
avergonzados de su propia incontinencia!
En cambio vosotros, cuando veis las
formas de todo tipo de desenfreno
pintadas abiertamente y en público, no
las conserváis, las colgáis de lo alto, igual
que hacéis con las imágenes de vuestros
dioses, y en vuestras casa veneráis como
sagradas las que son en cambio estelas
de impudicia, y os da igual que os
representen las obscenas posturas de
Filénide y los trabajos de Hércules.
*Historia de la fealdad Umberto Eco