jueves, 30 de junio de 2011

JOSÉ DOMINGO GÓMEZ ROJAS - Poemas


De REBELDÍAS LÍRICAS


ORACIÓN

Oh Dolor! tú que engendras las grandes oraciones
serás el rojo origen de heroicas rebeliones.
Dolor! hiere mi pecho, dame tu cruel calvario,
pero haz que mis gemidos y dolorosos llantos
sean las rebeldías y los líricos cantos
que hagan de cada esclavo un revolucionario.


RENEGACIÓN

A Ricardo Jilbert A. que rinde culto a Federico
Nietzsche y comulga con Frank Brangroyn


Yo, hijo de este siglo hipócrita y canalla
reniego de mi siglo y salgo a la batalla
con gritos de amenaza y ayes de rebelión
y son mis cantos rojos, como la dinamita,
y como mis dolores, como mi ansia infinita,
como mi sed eterna de eterna redención.

Quisiera que mis versos con sus alas enhiestas
reflejaran mis iras, mis ansias, mis protestas;
los gritos de amenaza que están por estallar,
quisiera que mi verso revolucionario
fuera el graznar salvaje de un cóndor temerario
que se lanza gigante a la región solar.

Mi verso rudo y fuerte no canta a las mujeres,
ni a los falsos amores, ni a modernos placeres,
ni místicos cantares mis rudos versos son;
mis versos son de lucha, escritos con mi diestra,
atrevido los lanzo a la roja palestra;
sean mis broncos versos gritos de rebelión.

Mis versos rudos, fieros, no han de tener belleza,
pero son el reflejo de mi ser que es franqueza,
de mi amor que es sublime, que es sublime pasión,
quisiera que mis versos fueran raudos corceles
indómitos. Mis versos suenan a cascabeles,
pero también a veces suenan como el cañón.

Pero hay...! sobre mi frente llevo una marcha cruenta
es una mancha roja, es la cínica afrenta
es la herencia del siglo: la civilización!
hipócrita mentira, ignominioso urtraje,
más que civilizado quisiera ser salvaje
para limpiar mi frente de toda execración!...

Sean mis cantos fieros la lírica amenaza,
sean mis cantos rudos la biblia de mi raza
que yo, cantor anónimo, no espero galardón,
y si lanzo mis cantos es porque siento ahora
preludios aurorales.

Mis versos de la aurora
que sean el alerta, de la revolución.

Yo, hijo de este siglo hipócrita y canalla
reniego de mi siglo y salgo a la batalla
con gritos de amenaza y ayes de rebelión,
sean mis cantos rojos como la dinamita,
y como mis dolores, como mi ansia infinita,
como mi sed de eterna redención.


LOS BUHOS

(SIMBOLICA)

Para Jorge Flores

En sus ansias voraces, ansias eternas,
baten sus alas torpes, torpes y frías,
cuando salen los buhos de sus cavernas
en las noches más negras y más sombrías.

Y trazan con sus alas abracadabras,
en los espacios negros, raudas elipsis
y son sus sombras negras como macabras
visiones del horrendo apocalipsis.

Cuando en las altas torres soplan los cierzos
hacen los buhos negros grandes esfuerzos
por pegar sus membranas al gran torreón.

Y cuando por las torres sube el incienso
los contemplo moverse y entonces pienso
que los vampiros tienen su religión...


EL EXPLOTADOR

(Imitando a A. León Gómez)

I

Era un explotador...! y agonizaba
con una angustia atroz, insoportable;
que el peso de las fuerzas que se explotan
oprimen tanto más, cuanto ellas valen.

II

En su lecho de muerte deliraba...
y lleno de dolor el miserable
veía el dolor del obrero,
escuchaba los llantos de las madres,
y veía el tugurio y la miseria
y tantos niños... que morían de hambre...

III

Y creyendo los sabios profesores
que en el pecho de ese hombre hubiera un cáncer,
los rayos de Roentgen acudieron
para el llagado corazón mirarle.

IV

Y es del explotador tanta su infamia
y tanta la negrura de su sangre,
que de los rayos se marchó la lumbre...
y fue imposible corazón hallarle!


LUZBEL

Al amigo y compañero Benjamín Oviedo Martínez
afectuosamente

Estremecido por hondas cavilaciones
con un gesto ceñudo, de su trono Luzbel
contemplaba a los hombres de todas las naciones
y veía que todos eran del reino de él.

Y recordó entonces al mártir del Calvario
al que sufrió el oprobio sublime de la cruz,
al que un día quiso un sueño visionario
quitar a los humildes el yugo del testuz.

Después, recordó alegre los siglos de miseria
y vió las manchas negras de aquella inquisición
que fué trágica y fiera, que fué toda laceria
y que es para la historia horrenda execración.

Y hubo en el ceño adusto de Satanás un gesto
de triunfo, y tembló toda la progenie de Adán,
y en su trono de candente irguióse todo enhiesto
y estremecióse todo el reino de Satán.

Y sintió del placer el espasmo infinito
y olvidó su castigo dolor Lucifer
y al ver los sacerdotes rió el martir bedito
y al ver los cultos falsos se sonrió cual Voltaire.

XII-1912


HABLA LUZBEL

Habla Luzbel y dice:

        "Escuchadme los cielos...!
Soy arcángel caído por mis locos anhelos,
soy rebelde sublime y mi estirpe es divina
y mis labios modulan formidable doctrina,
mis palabras son fuego, mis pupilas enhiestas
tienen brillo salvaje.

        Mis terribles protestas
son cantos que interpretan mis líricos enconos.
Mis gestas formidables hacen temblar los tronos.

Soy águila gigante. La mística paloma
huye de mi grandeza.

        Las parras de Sodoma
fueron el rojo cáliz donde aplaqué mis iras.
Yo soy un gran rebelde.

        El choque de las liras
de hierro anunciarán las grandes rebeliones;
seré entonces caudillo, con todas mis legiones
levantaré los pueblos.

        Al cielo irán mis manos.
El arcángel Ariel derrocará tiranos.
El fuego de mi fragua encenderá furores
y Ariel que es un rebelde derrocará señores.
Yo beberé en el cádiz de las ponzoñas, pleno
con sangre de dragón y con mortal veneno.
¡Es mía la venganza!

        Por amor a los siervos
arrollaré iracundo la parvada de cuervos.
Cuando vibre mi fuerza haré temblar el músculo
y Dios, el Dios potente, columbrará el crepúsculo
de su reinado injusto.

        Los rebeldes poetas
serán mis compañeros.

        Mis candentes saetas
embriagaré de sangre.

        Mi espada ignipotente
devorará la carne.

        El ceño de mi frente
fulminará los réprobos de la Luz y de la Vida.
Yo soy el rey del fuego.

        De mi fragua encendida
brotarán los radiantes y fúlgeos rayos helios.
Yo soy un nuevo Cristo; mis nuevos evangelios
están llenos de Luz.

        Soy revolucionario.
Yo he sufrido mucho; mi sangriento calvario
ha sido doloroso.

        Yo soy divino Harmodio,
por eso, hermanos, quiero impregnaros mi odio,
mi odio al Gran Tirano.

        Atrevido es mi anhelo,
si me seguís, hermanos, vuestras plantas el cielo
hollarán. Elegidme por caudillo, ya es hora
de rebelión. Marchemos! El plaustro de la Aurora
aparece en Oriente"...

El ceño de la frente
de Luzbel ostentó el purpurino encono
y Dios tembló de miedo desde su Augusto trono...

13-II-1913

miércoles, 29 de junio de 2011

lunes, 27 de junio de 2011

Quilapayún 1986 - Discurso del pintor Roberto Matta

ROBERTO MATTA


Discurso Del Pintor Roberto Matta

 

Esta historia es tan redonda
Como es redonda la tierra
Y por eso para verla
Redondo ha de ser el ojo.
Ahoranza es ver el centro
Desde el centro de la esfera
Un ver que es ver de una vez
Un alboroto en la vista.
Ver a los destacagados
Que quieren arauco muerto
Para sembrar sacristanes
Descargando avemarías.
Que alonso ensille su zúñiga
Y alborote el verbo ser
Para que redondamente
Se sepa lo que hoy ocurre:
Se proponen liquidar
Lo que arranque en nuestra américa
Con pinocharcos de sangre
Servidores del imperio.
Estos los destacagados
Programados, programadores de agravios
Que con balidos de pólvora
Tumban y tumban sin tumba.
Para salir del agravio
De que no seamos hoy día
Se requiere agricultura
De una real demogracia.
El estado del humano
En el sepultado estado
En que está cualquier estado
Está en deplorable estado.
Reorganizar la amistad
Es la cuestión más urgente
Y una sola religión
No sirve para este asunto.
Sacar la luz de la tierra
Y de toda conflicción
De raspares y rascares
Bajo la lucha de clases.
Que salga el sol en el ser
Que nos dejen ser humanos
Que el sujeto humano está
Muy sujeto a ser humano.
Hay que sacarse la mierda
Volver a la inteligencia
Iluminar nuestro verbo
Reoxigenar la vida.
Mañana es hoy día mismo
Y estamos muy atrasados.
Hay que alegrar esta tierra
Construir nuevas justicias.
El cuezco de este problema
Es que estamos todos solos.
Abrir el verbo sin miedo,
Atención al infrarrojo.
Y esto es todo lo que digo
Que les digo que se diga.
Señoritas, señoronas y señores:
Muchas gracias.

 

domingo, 19 de junio de 2011

JOSÉ ORTEGA Y GASSET - Cuento



Dan-Auta

Una vez, hace mucho tiempo, en un tiempo que está en la espalda del tiempo, se casó un hombre con una mujer. Solos se fueron al bosque, cultivaron la tierra y se hicieron cuanto necesitaban. Tuvieron una hija que llamaron Sarra. Pasaron soles y soles, y cuando Sarra era ya moza, tuvieron otro hijo, tan pequeño, que le llamaron Dan-Auta. Poco después el padre enfermó. "Me muero" -se dijo el padre, y llamó a Sarra-; "Me muero" -le dijo el padre-. "Dan-Auta queda junto a ti. No le abandones y, sobre todo, cuida de que Dan-Auta no llore nunca". El padre dijo esto y se murió.
Poco después la madre enfermó. "Me muero" -se dijo la madre, y llamó a Sarra-: "Me muero" -dijo a Sarra la madre-. "Dan-Auta queda junto a ti. No le abandones y, sobre todo, cuida de que Dan-Auta no llore jamás". La madre dijo esto y se murió.

Permanecieron solos en el bosque Sarra y Dan-Auta. Pero les quedaba un granero lleno de harina del árbol del pan, y un granero lleno de habichuelas, y un granero lleno de sargo. Sarra dijo: "Con esto tendremos bastante para alimentarnos hasta que Dan-Auta sea hombre y pueda cultivar la tierra".

Sarra se puso a moler maíz para hacer comida. Cuando tuvo la harina delgada, la puso en una calabaza y la llevó a la choza para cocerla. Luego salió a buscar leña, dejando solo a Dan-Auta que, menudillo, se arrastraba por el suelo y apenas podía tenerse sobre los pies. Dan-Auta se aburría, y acercándose a la calabaza, la volcó; luego tomó ceniza del hogar y la mezcló con el maíz. Cuando Sarra volvió, al ver lo que Dan-Auta había hecho, exclamó: "¡Ay, Dan-Auta mío! ¿Qué has hecho? ¿Has tirado la harina que íbamos a comer? Dan-Auta comenzó a sollozar. Pero Sarra dijo en seguida: "¡No llores, no llores, Dan-Auta! Tu Baba (padre) y tu Inna (madre) dijeron que no llorases nunca".

Sarra volvió a salir y Dan-Auta a aburrirse. En el hogar llameaba un tizón. Dan-Auta lo tomó, y, arrastrándose fuera de la choza, puso fuego al granero de maíz, y al granero de harina del árbol del pan, y al granero de habichuelas, y al granero de sargo. En esto llegó Sarra, y, viendo todas las despensas consumidas por el fuego, gritó: "¡Ay, Dan-Auta mío! ¿Qué has hecho? ¿Has quemado todo lo que teníamos para comer? ¿Cómo viviremos ahora?"

Dan-Auta, al oírla, comenzó a sollozar; pero Sarra se apresuró a decirle: "¡Dan Auta mío, no llores! Tu padre y tu madre me dijeron que no llorases nunca. Has quemado cuanto teníamos; pero ven, ya buscaremos qué comer".

Sarra colocó a Dan-Auta en su espalda y, sujetándolo con su vestido, echó a andar por el bosque. Sarra encontró un camino y por él caminó hasta llegar a una ciudad. Acertó a pasar por el barrio del rey. La primer mujer del rey los recibió y se quedaron a vivir con ella. Cada día les daba de comer.

Sarra llevaba siempre a Dan-Auta atado a su espalda. Las otras mujeres le decían: "Sarra, ¿por qué llevas siempre a Dan-Auta sobre tu espalda? ¿Por qué no le pones en el suelo y le dejas jugar como los otros chicos?" Y Sarra respondía: "Dejadme hacer mi hacer. El padre y la madre de Dan-Auta han dicho que no llorase nunca. Mientras lleve a Dan-Auta sobre mí, no llorará. Tengo que cuidar de que Dan-Auta no llore".
Un día dijo Dan-Auta: "Sarra, yo quiero jugar con el hijo del rey". Sarra entonces lo puso en tierra, y Dan-Auta jugó con el hijo del rey. Sarra tomó un cántaro y salió por agua. En tanto, el hijo del rey cogió un palo y Dan-Auta cogió otro palo. Ambos jugaron con los palos. El hijo del rey y Dan-Auta se pusieron a darse de palos. Dan-Auta, de un palo, le sacó un ojo al hijo del rey, y el hijo del rey quedó tendido.

En esto Sarra llegó. Vio que Dan-Auta había sacado un ojo al hijo del rey. Nadie estaba presente. El hijo del rey comenzó a gritar. Sarra dejó el cántaro y tomando a Dan-Auta, salió de la casa, salió del barrio del rey, salió de la ciudad todo lo de prisa que pudo.

Nadie estaba presente cuando Dan-Auta sacó el ojo al hijo del rey: pero el niño gritó. El rey, al oírlo, preguntó: "¿Por qué llora mi hijo?" Sus mujeres fueron a ver lo que ocurría, y al notar la desgracia, comenzaron a gritar. Oyó el rey los gritos de sus cuarenta mujeres y acudió presuroso. "¿Qué es esto? ¿Quién ha hecho esto?" -preguntó el rey-. Y el hijo del rey repuso: "Dan-Auta".

"¡Salid! -dijo entonces a sus guardianes-. ¡Id por toda la ciudad! ¡Buscad por toda la ciudad a Sarra y Dan-Auta!" Los guardias salieron y miraron casa por casa, pero en ninguna hallaron lo que buscaban. En vista de ello, el rey llamó a sus gentes; llamó a todos sus soldados, llamó a los de a pie y a los de a caballo, y les dijo: "Sarra y Dan-Auta han huido de la ciudad. Busquémoslos en el bosque. Yo mismo iré con los de a caballo para buscar a Sarra y Dan-Auta.

Dos días seguidos había corrido Sarra con Dan-Auta al lomo. Al cabo de ellos no podía más y justamente entonces oyó que el rey y sus caballeros llegaban en su busca. Había allí un árbol muy grande, y Sarra dijo: "Subiré al árbol y así podré ocultarme entre las hojas con Dan-Auta".

Subió, en efecto, al árbol, con Dan-Auta a su espalda, y se ocultó en la tupida fronda. Poco después llegaba junto al árbol el rey con los caballeros. "He cabalgado dos días -dijo- y estoy cansado; poned mi silla de cañas bajo el árbol, que quiero descansar". Así lo hicieron sus hombres, y el rey se tendió en su silla, bajo la rama donde Sarra y Dan-Auta reposaban.

Dan-Auta se aburría, pero vio al rey allá abajo, y dijo a Sarra: "¡Sarra!" Sarra dijo: "¡Calla, Dan Auta, calla!" Dan-Auta comenzó a sollozar. Sarra se apresuró a decirle: "¡No llores, Dan-Auta, no llores! Tu padre y tu madre me dijeron que no llorases nunca. Di lo que quieras". Dan-Auta dijo "Sarra, quiero hacer pis. Quiero hacer pis encima de la cabeza del rey". Sarra exclamó: "¡Ay, Dan-Auta, nos matarán si haces eso; pero no llores y haz lo que quieras!"

El rey miró entonces a la pompa del árbol. Vio a Sarra, vio a Dan-Auta, y gritó: "Traed hachas y echemos abajo el árbol". Sus gentes corrieron y trajeron hachas. Comenzaron a batir el árbol. El árbol tembló. Luego dieron golpes más profundos en el tronco. El árbol vaciló. Luego llegaron a la mitad del tronco y el árbol empezó a inclinarse. Sarra dijo: "Ahora nos prenderán y nos matarán". Un gran churua -un gavilán gigante- voló entonces sobre el bosque, y vino a pasar cerca del árbol donde Sarra y Dan-Auta reposaban. Sarra vio al churua. El árbol se inclinaba, se inclinaba. Sarra dijo al churua: "!Churua mío! Las gentes del rey van a matarnos, a Dan-Auta y a mí, si tú no nos salvas". Oyó el churua a Sarra y acercándose puso a Sarra y a Dan-Auta sobre su espalda. El árbol cayó y el pájaro voló con Sarra y Dan-Auta. Voló muy alto sobre el bosque, siguió volando hacia arriba, siempre hacia arriba. Dan-Auta miraba al pájaro; vio que movía la cola como un timón, y se entretuvo observándola bien. Pero luego Dan-Auta se aburría, y dijo: "!Sarra!" Sarra repuso: "¿Qué más quieres, Dan-Auta?" Y como Dan-Auta sollozase, añadió: "No llores, no llores, que padre y madre dijeron que no lloraras. Di lo que quieres". Dan-Auta dijo: "Quiero meter el dedo en el agujero que el pájaro lleva bajo la cola". Dijo Sarra: "Si haces eso, el pájaro nos dejará caer y moriremos; pero no llores, no llores, y haz lo que quieras".

Dan-Auta introdujo su dedo donde había dicho. El pájaro cerró las alas. Sarra y Dan-Auta cayeron, cayeron de lo alto.

Cuando Sarra y Dan-Auta estaban ya cerca de la tierra, comenzó a soplar un gran gugua, un torbellino. Sarra lo vio y dijo: "¡Gugua mío! Vamos a caer en seguida contra la tierra, y moriremos si tú no nos salvas". El gugua llegó, arrebató a Sarra y Dan-Auta, y transportándolos a larga distancia, los puso suavemente en el suelo. Era aquel sitio un bosque de una comarca lejana.

Sarra avanzó por el bosque con Dan-Auta y encontró un camino. Caminando el camino llegaron a una gran ciudad, a una ciudad más grande que todas las ciudades. Un fuerte y alto muro la rodeaba. En el muro había una gran puerta de hierro que era cerrada todas las noches, porque todas las noches, apenas moría la ciudad, aparecía un terrible monstruo: un Dodo. Este Dodo era alto como un asno, pero no era un asno. Este Dodo era largo como una serpiente gigante, pero no era una serpiente gigante. Este Dodo era fuerte como un elefante, pero no era un elefante. Este Dodo tenía unos ojos que dominaban en la noche como el sol en el día. Este Dodo tenía una cola. Todas las noches el Dodo se arrastraba hasta la ciudad. Por esta razón se había construido el muro contra la gran puerta de hierro. Por ella entraron Sarra y Dan-Auta. Tras el muro, junto a la puerta, vivía una vieja. Sarra les pidió que los amparase. La vieja dijo: "Yo os ampararé. Pero todas las noches viene un terrible Dodo ante la ciudad y canta con una voz muy fuerte. Si alguien le responde, el Dodo entrará en la ciudad y nos matará a todos. Cuida, pues, de que Dan-Auta no grite. Con esta condición, yo os ampararé.

Dan-Auta oía todo esto. Al día siguiente fue Sarra al interior de la ciudad para traer comida. Entre tanto, Dan-Auta buscó ramas secas y pequeños trozos de madera, que encontró junto al muro. Luego corrió por la ciudad y donde veía un makodi, piedra redonda con que se machacaba el grano sobre una losa, lo cogía. Así reunió cien makodis. Luego se dijo: "Sólo necesito unas tenazas". Y andando por la ciudad vio unas abandonadas. Junto al muro donde había amontonado la leña, colocó los makodis y ocultas bajo ellos, las tenazas. Nadie advirtió la faena del pequeño Dan-Auta.

A la vuelta, Sarra le dijo: "Entra en seguida en la casa, Dan-Auta, porque pronto vendrá el terrible Dodo y puede matarnos". Dan-Auta repuso: "Yo quiero quedarme hoy fuera". Sarra dijo: "Entra en casa". Dan-Auta comenzó a sollozar: pero Sarra le dijo inmediatamente: "Dan_Auta mío, no llores. Tu padre y tu madre dijeron que no llorases nunca. Si quieres quedarte fuera, quédate fuera". Sarra entró en la casa donde estaba la vieja.

Dan-Auta permaneció fuera, sentado ante la casa de la vieja. Todas las gentes de la ciudad estaban en sus casas y habían cerrado tras de sí las puertas. Sólo Dan-Auta quedaba a la intemperie. Corrió al lugar donde había puesto la leña y le prendió fuego. Los makodis en el fuego se pusieron ardientes como ascuas.
En esto se sintió que llegaba el Dodo. Subió al muro Dan-Auta, y vio al monstruo que venía a lo lejos. Sus pupilas brillaban como el sol y como incendios. Dan-Auta oyó al Dodo que con una voz terrible, cantaba:
-¡Vuayanni agarinana ni Dodo! ¡Quién es en esta ciudad como yo, Dodo?

Cuando Dan-Auta oyó esto, cantó a su vez desde el muro con todas sus fuerzas hacia el Dodo: "¡Naiyakay agarinana naiyakay ni Auta! Yo soy como tú en esta ciudad; yo soy como tú; yo, Auta".

Cuando oyó esto el Dodo, se acercó a la ciudad. Llegó muy cerca, muy cerca, y cantó: "¡Vuayanni agarinana ni Dodo!"

Al cantar esto el Dodo, los árboles se estremecían en el aire, y la hierba seca empezó a arder. Pero Dan-Auta contestó: "¡Naiyakay agarinana naiyakay ni Auta!"

Al oír esto el Dodo, se alzó sobre el muro. Dan-Auta bajó corriendo y se fue junto al fuego, donde relumbraban como ascuas los makodis ardientes.

El Dodo entonces cantó de nuevo con voz más terrible que nunca, y Dan-Auta una vez más le contestó. Todos los hombres en la ciudad temblaron dentro de sus casas al oír tan cerca la horrible voz del monstruo. Más fiero que nunca, el Dodo comenzó a repetir su canto:

"¡Vuayanni!..."

Pero al abrir sus fauces para este grito, Dan-Auta le lanzó con las tenazas diez makodis ardientes, que le abrasaron la garganta. Enronquecido gritó el Dodo:

"¡Agarinana!...

Pero Dan-Auta le hizo tragar otros diez makodis incendiados, que le hicieron prorrumpir un gran quejido. Entonces, con voz débil, siguió:

"Ni Dodo"

Y Dan-Auta, aprovechando la abertura de las fauces, le envió el resto de los makodis. El Dodo se retorció y murió, mientras Dan-Auta, subiendo al muro, cantó:

"Naiyakay agarinana naiyakay ni Auta".

Luego con un cuchillo que había dejado fuera de la casa, cortó al Dodo la cola y, ocultándola en un morralillo, entró con ella en la habitación de la vieja; se deslizó junto a Sarra y se durmió.

A la mañana siguiente salían de sus casas cautelosamente los habitantes de la ciudad. Los más decididos fueron a ver al rey. Él preguntó: "¿Qué ha sido lo que esta noche ha pasado?"

Ellos respondieron: "No lo sabemos. Por poco no nos morimos de miedo. La cosa ha debido ocurrir junto a la puerta de hierro". Entonces el rey dijo a su Ministro de Cazas: "Ve allá y mira lo que hay".

El Ministro de Cazas fue allá, y, subiendo, medroso, al muro, vio al Dodo muerto. Corriendo volvió al rey y dijo: "Un hombre poderoso ha matado al Dodo". Entonces el rey quiso verlo, y cabalgó hasta el muro. Vio al monstruo tendido y sin vida. El rey exclamó: "En efecto, el Dodo ha sido muerto y le han cortado la cola. ¡Busquemos al valiente que lo ha matado!"

Un hombre que tenía una yegua, la mató y le cortó la cola. Otro hombre que tenía una vaca, la mató y le cortó la cola. Otro que tenía un camello, lo mató y le cortó la cola. Cada uno de ellos fue al rey y mostró la cola de su animal como si fuese la del Dodo. Pero el rey conoció el engaño, y dijo: "Todos sois unos embusteros. Vosotros no habéis muerto al Dodo. Yo y todos hemos oído en la noche la voz de un niño. ¿Vive por aquí cerca, junto a la puerta de hierro, algún niño extranjero?"

Los soldados fueron a casa de la vieja y preguntaron: "¿Vive aquí algún niño forastero?" La vieja respondió: "Conmigo viven Sarra y Dan-Auta". Los soldados fueron a Sarra y preguntaron: "Sarra, ¿ha matado al Dodo el pequeño Auta?" Sarra respondió: "Yo no sé nada; pregúntenselo a él". Entonces fueron los soldados a Dan-Auta y le preguntaron: "Dan-Auta, ¿has matado tú al Dodo? El rey quiere verte". Dan-Auta no respondió. Tomó su morralillo y fue con los soldados ante el rey. Abrió el morralillo y, sacando la cola del Dodo, la mostró al Rey. Entonces el Rey dijo: "Sí, Dan-Auta ha matado al terrible Dodo".

El Rey dio a Dan-Auta cien mujeres, cien camellos, cien caballos, cien esclavos, cien casas, cien vestidos, cien ovejas y la mitad de la ciudad.

jueves, 2 de junio de 2011

H. P. LOVECRAFT - Poemas



De "Hongos de Yuggoth":
EL LIBRO

El lugar era oscuro y polvoriento, un rincón perdido
En un laberinto de viejas callejuelas junto a los muelles,
Que olían a cosas extrañas traídas de ultramar,
Entre curiosos jirones de niebla que el viento del Oeste dispersaba.
Unos cristales romboidales, velados por el humo y la escarcha,
Dejaban apenas ver los montones de libros, como árboles retorcidos
Pudriéndose del suelo al techo... ventisqueros
De un saber antiguo que se desmoronaba a precio de saldo.

Entré, hechizado, y de un montón cubierto de telarañas
Cogí el volumen más a mano y lo hojeé al azar,
Temblando al leer raras palabras que parecían guardar
Algún secreto, monstruoso para quien lo descubriera.
Después, buscando algún viejo vendedor taimado,
Sólo encontré el eco de una risa.

  
VUELTA A CASA

El demonio dijo que me llevaría a casa,
A la tierra lívida y sombría que recordaba vagamente
Como un lugar elevado con escaleras y terrazas
Rodeadas de balaustradas de mármol que peinan los vientos del cielo,
Mientras muchas millas más abajo, a la orilla de un mar,
Se extiende un laberinto de torres y torres y cúpulas superpuestas,
Una vez más, me dijo, volvería a quedar embelesado
Ante aquellas viejas colinas, y oiría el lejano rumor de la espuma.
Todo esto prometió, y por las puertas del ocaso
Me arrastró a través de lagos de llamas lamientes
Y tronos de oro rojo de dioses sin nombre
Que gritan de miedo ante un destino ominoso.
Después, un negro abismo con ruido de olas en la noche:
«Aquí estaba tu casa», se burló, «¡cuando aún veías!»

LAS CAMPANAS

Año tras año oí aquel tañido débil y lejano
De graves campanas traído por el viento negro de medianoche;
Extraños repiques, que no venían de ningún campanario
Que pudiese descubrir, sino como de más allá de un gran vacío.
Busqué una pista en mis sueños y recuerdos,
Y pensé en todos los carillones que albergaban mis visiones;
Los de la apacible Innsmouth, donde las blancas gaviotas planeaban
En torno a una aguja que conocí antaño.

Siempre perplejo seguí oyendo caer aquellas notas
Hasta una noche de marzo en que la lluvia fría y desapacible
Me hizo franquear de nuevo las puertas del recuerdo
Hacia las viejas torres donde tañían badajos enloquecidos.
Tañían... pero desde las corrientes sin sol que fluyen
Por valles profundos hasta verter al lecho muerto del mar.
  


POR DONDE UN DÍA PASEÓ POE

Divagan eternamente las sombras en esta tierra,
Soñando con siglos que se fueron para siempre;
Grandes olmos se alzan solemnes entre lápidas y túmulos
Desplegando su alta bóveda sobre un mundo oculto de otro tiempo.
Una luz del recuerdo ilumina todo el escenario,
Y las hojas muertas hablan en susurros de los días idos,
Añorando imágenes y sonidos que ya no volverán.

Triste y solitario, un espectro se desliza a lo largo
De los paseos por donde sus pasos le llevaban en vida;
Pero no es visible a los ojos de cualquiera, a pesar de que su canto
Resuena a través del tiempo con una extraña fascinación.
Sólo los pocos que conocen el secreto de su magia
Pueden encontrar entre estas tumbas la sombra de Poe.
 


OCEANUS


A veces me detengo en la orilla
Donde las penas vierten sus flujos,
Y las aguas turbulentas suspiran y se quejan
De secretos que no se atreven a contar.
Desde las simas profundas de valles sin nombres,
Y desde colinas y llanuras que ningún mortal conoce,
La mística marejada y el hosco oleaje
Sugieren como taumaturgos malditos
Un millar de horrores, henchidos por el temor
Que ya contemplaron épocas hace tiempo olvidadas.
¡Oh vientos salados que tristemente barréis
Las desnudas regiones abisales;
Oh pálidas olas salvajes, que recordáis
El caos que la Tierra ha dejado tras de sí;
Una sola cosa os pido:
Guardad por siempre oculto vuestro antiguo saber!


De "Poemas fantásticos":  
A PAN

Sentado en una cañada entre bosques
A orillas de un arroyo bordeado de juncos
Meditaba yo un día, cuando adormeciéndome
Me vi sumido en un sueño.

Del riachuelo surgió una figura
Medio hombre y medio cabrio;
Tenía pezuñas en vez de pies
Y una barba adornaba su garganta.

Con un rústico caramillo de caña
Tocaba dulcemente aquel ser híbrido,
Y yo olvidé todo cuidado terreno
Pues sabía que era Pan.

Ninfas y sátiros se congregaron
Para gozar del alegre sonido,

Demasiado pronto desperté con pesar
y volví a las moradas de los hombres,
Pero en valles campestres yo querría vivir
Y escuchar de nuevo la flauta de Pan.


EXPECTACIÓN

No sabría decir por qué algunas cosas me producen
Una sensación de maravillas inexploradas por venir,
O de grieta en el muro del horizonte
Que se abre a mundos donde s6lo los dioses pueden vivir.
Es una expectación vaga, sin aliento,
Como de grandes pompas antiguas que recuerdo a medias,
O de aventuras salvajes, incorpóreas,
Plenas de éxtasis y libres como un ensueño.

La encuentro en puestas de sol y en extrañas agujas urbanas,
En viejos pueblos y bosques y cañadas brumosas,
En los vientos del Sur, en el mar, en collados y ciudades iluminadas,
En viejos jardines, en canciones entreoídas y en los fuegos de la luna.
Pero aunque sólo por su encanto vale la pena vivir la vida
Nadie alcanza ni adivina el don que insinúa. 

Versiones de Juan Antonio Santos y Sonia Trebelt