miércoles, 19 de septiembre de 2007

Edgar Allan Poe

SOBRE LA IMAGINACIÓN
La Imaginación pura elige de la Belleza o la Deformidad sólo las cosas más combinables no combinadas antes; la mezcla, como una regla general, participa en carácter de belleza o sublimidad en proporción a la respectiva belleza o sublimidad de las cosas combinadas, que han de considerarse todavía como atómicas, es decir, como combinaciones previas. Pero, como a menudo sucede análogamente en la química física, no infrecuentemente ocurre en la química del intelecto, que la mixtura de dos elementos da por resultado algo que no tiene ninguna de las cualidades de uno de ellos, o incluso ninguna de las cualidades de cada uno... De esta manera, la extensión de la Imaginación es ilimitada. Sus materiales abarcan, desde el principio al fin, el universo. Incluso con deformidades fabrica esa Belleza que es a la vez su único objeto y su prueba inevitable. Pero, en general, la riqueza o vigor de los motivos combinados; la facilidad de descubrir novedades combinables que merecen combinarse; y, especialmente, la "combinación química" absoluta de la masa completa, son las particularidades a ser consideradas en nuestra estima de la Imaginación. Es esta armonía de un trabajo imaginativo la que a menudo causa que sea despreciado por lo irreflexivo, por el carácter de obviedad que se promueve. Nosotros mismos somos capaces de descubrirla preguntándonos por qué es que estas combinaciones nunca han sido imaginadas antes.
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LA CIUDAD EN EL MAR
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¡Mira! La Muerte se ha erigido a sí misma un trono
En una extraña ciudad que yace sola
Lejos, en el tenebroso Oeste,
Donde lo bueno y lo malo y lo peor y lo mejor
Han ido para su descanso eterno.
Allí altares y palacios y torres
(¡Torres comidas por el tiempo que no tambalean!)
No se parecen a nada que sea nuestro.
Alrededor, olvidadas por los vientos exlatadores,
Resignadamente debajo del cielo
Yacen la aguas melancólicas.
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Ningún rayo baja del santo cielo
En la larga fase nocturna de esa ciudad;
Pero la luz del mar cárdeno
Refleja arriba silenciosamente torrecillas,
Centellean pináculos lejos y libres,
Cúpulas, capiteles, salones reales,
Templos, paredes babilónicas,
Sombrías y largamente olvidadas glorietas
De hiedra esculpida y flores de piedra,
Muchos y muchos maravillosos altares
Cuyos frisos enroscados entretejen
La viola, la violeta y la vid.
Resignadamente debajo del cielo
Yacen la aguas melancólicas.
Tanto se combinan allí las torrecillas y las sombras
Que todo parece pendular en el aire,
Mientras desde una torre ostentosa en la ciudad,
La muerte mira gigantescamente hacia abajo.
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Allí los templos y las tumbas boquiabiertas
Bostezan al nivel de las olas luminosas
Pero no las riquezas que allí yacen
En cada ojo de diamante del ídolo.
Los muertos alegremente enjoyados no
Tientan las aguas desde sus lechos,
porque no las vuelven sinuosas, ¡ay!
A lo largo de ese desierto de cristal.
Ninguna turgencia dice que los vientos pueden estar
Sobre algún lejano mar más feliz,
Ninguna oleada indica que los vientos han estado
Sobre mares menos terriblemente serenos.
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Pero, mira ¡un alboroto en el aire!
La ola. ¡Hay un movimiento allí!
Como si las torres hubieran rechazado,
Hundiéndose descuidadamente, la insípida marea,
Como si sus cimas hubieran dejado indeblemente
Un vacío en el cielo membranoso.
Las olas tienen ahora un brillo más rojo,
Las horas estan respirando abatidas y desanimadas,
Y cuando, ya no mezclada con gemidos terrenales,
Abajo, abajo en consecuencia esa ciudad se establezcla,
El infierno, elevándose desde miles de tronos,
Le hará reverencia.

domingo, 16 de septiembre de 2007



Marosa di Giorgio

ANOCHE, VOLVIÓ, OTRA VEZ...

Anoche, volvió, otra vez, La Sombra; aunque ya habían pasado cien años, bien la reconocimos. Pasó el jardín violetas, el dormitorio, la cocina; rodeó las dulceras, los platos blancos como huesos, las dulceras con olor a rosa. Tomó al dormitorio, interrumpió el amor, los abrazos; los que estaban despiertos, quedaron con los ojos fijos; soñaban, igual la vieron. El espejo donde se miró o no se miró, cayó trizado. Parecía que quería matar a alguno. Pero, salió al jardín. Giraba, cavaba, en el mismo sitio, como si debajo estuviese enterrado un muerto. La pobre vaca, que pastaba cerca de la violetas, se enloqueció, gemía como una mujer o como un lobo. Pero, La Sombra se fue volando, se fue hacia el sur. Volverá dentro de un siglo.

De "Los papeles salvajes" 1971

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LA NATURALEZA DE LOS SUEÑOS

Al alba bebía la leche, minuciosamente, bajo la mirada vigilante de mi madre; pero, luego, ella apartaba un poco, volvía a hilar la miel, a bordar a bordar, y yo huía hacia la inmensa pradera, verde y gris.A lo lejos, pasaban las gacelas con sus caras de flor; parecían lirios con pies, algodoneros con alas. Pero, yo sólo miraba a las piedras, a los altos ídolos, que miraban a arriba, a un destino aciago.Y, qué podía hacer; tenderme allí, que mi madre no viese, que me pasara, otra vez, aquello horrible y raro.

De "Los papeles salvajes" 1991

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LOS LEONES RONDABAN LA CASA

Los leones rondaban la casa. Los leones siempre rondaron. Siempre se dijo que los leones rondaron siempre. Parecían salir de los paraísos y el rosal. Los leones eran sucios y dorados. Ellos eran muy bellos. Los ojos como perlas. Y un broche brillante en el pecho entre aquel pelo áureo. Los leones entraron a la casa. Corrimos a esconder los floreros de sal, de azúcar, el cometa Halley, las queridísimas sábanas nevadas, la colección de estampillas. Y a traer los sudarios. Los leones eran al mismo tiempo, presentes e invisibles, al mismo tiempo, visibles e invisibles. Se oía el rumor de la leche que robaban, el clamor de la miel y la carne que cortaban. Llevaron hacia afuera a la abuela oscura, la que tenía una guía de rositas alrededor del corazón. Y la comieron fríamente. Como en un simulacro. Y -como si hubiese sido un simulacro!- ella tornó a la casa y dijo: -Los leones rondaron siempre. Están delante de los paraísos y el rosal. Dijo: -Los leones están acá.

De "Mesa de esmeralda" 1985

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MI ALMA ES UN VAMPIRO...


Mi alma es un vampiro grueso, granate, aterciopelado. Se alimenta de muchas especies y de sólo una. Las busca en la noche, la encuentra, y se la bebe, gota a gota, rubí por rubí. Mi alma tiene miedo y tiene audacia. Es una muñeca grande, con rizos, vestido celeste.Un picaflor le trabaja el sexo. Ella brama y llora. Y el pájaro no se detiene.

De "Obra completa " 2005

Roque Dalton

HORA DE LA CENIZA (I)
Finaliza Septiembre. Es hora de decirte
lo difícil que ha sido no morir.
Por ejemplo, esta tarde
tengo las manos grises
libros hermosos que no entiendo,
no podría cantar aunque ha cesado ya la lluvia
y me cae sin motivo el recuerdo
del primer perro a quien amé cuando niño.
Desde ayer te fuiste
hay humedad y frío hasta en la música.
Cuando yo muera,
sólo recondarán mi júbilo matutino y palpable,
mi bandera sin derecho a cansarse,
la concreta verdad que repartí desde el fuego,
el puño que hice unánime
con el clamor de piedra que exigió la esperanza.
Hace frío sin ti. Cuando yo muera,
cuando yo muera
dirán con buenas intenciones
que no supe llorar.
Ahora llueve de nuevo.
Nunca ha sido tan tarde a las siete menos cuarto
como hoy.
Siento deseos de reír
o de matarme.
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(II)
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El cínico
claro es que no tengo en las manos
el derecho a morirme
ni siquiera en las abandonadas tardes de los domingos.
Por otra parte se debe comprender que la muerte
es una manufactura inoficiosa
y que los suicidas
siempre tuvieron una mortal pereza
de sufrir.
Además, debo
la cuenta de la luz...
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(III)
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Odiar al amor
la luna se me murió
aunque no creo en los ángeles.
La copa final transcurre
antes de la sed que sufro.
La grama azul se ha perdido
huyendo tras tu velamen.
La mariposa incendiando
su color, fue de ceniza.
La madrugada fusila
rocío y pájaros mudos.
La desnudez me avergüenza
y me hace heridas de niño.
El corazón sin tus manos
es mi enemigo en el pecho.
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(IV)
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Mi dolor
Conozco perfectamente mi dolor:
viene conmigo disfrazado en la sangre
y se ha construido una risa especial
para que no pregunten por su sombra.
Mi dolor, ah queridos,
mi dolor, ah querida,
mi dolor es capaz de inventaros un pájaro,
un cubo de madera
de esos donde los niños
le adivinan una alma musical al alfabeto,
un rincón entrañable
y tibio como la geografía del vino
o como la piel que me dejó las manos
sin pronunciar el himno de tu ancha desnudez de mar.
Mi dolor tiene cara de rosa,
de primavera personal que ha venido cantando.
Tras ella esconde su violento cuchillo,
su desatado tigre que me rompió las venas desde antes de nacer
y que trazó los días
de lluvia y de ceniza que mantengo.
Amo profundamente mi dolor,
como a un hijo malo.
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(V)
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Y, sin embargo, amor, a través de las lágrimas,
yo sabía que al fin iba a quedarme
desnudo en la ribera de la risa.
Aquí,
hoy,
digo:
siempre recordaré tu desnudez entre mis manos,
tu olor a disfrutada madera de sándalo
clavada junto al sol de la mañana;
tu risa de muchacha,
o de arroyo,
o de pájaro;
tus manos largas y amantes
como un lirio traidor a tus antiguos colores;
tu voz, tus ojos,
lo de abarcable en ti que entre mis pasos
pensaba sostener con las palabras.
Pero ya no habrá tiempo de llorar.
Ha terminado la hora de la ceniza para mi corazón.
Hace frío sin ti,
pero se vive.

Silvia Plath
ESPEJO
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Soy plateado y exacto. No tengo preconceptos.
Cuanto veo, lo trago inmediatamente
Tal cual es, sin empañar por amor o desagrado.
No soy cruel, sólo veraz:
Ojo de un pequeño dios, cuadrangular.
Casi todo el tiempo medito en la pared de enfrente.
Es rosada, con lunares. La he mirado tanto tiempo
Que creo que es parte de mi corazón. Pero fluctúa.
Las caras y la oscuridad nos separan una y otra vez.
Ahora soy un lago. Una mujer se inclina sobre mí,
Buscando en mi extensión lo que ella es en realidad.
Luego se vuelve hacia esas mentirosas, las bujías o la luna.
Veo su espalda y la reflejo fielmente.
Me recompensa con lágrimas y agitando las manos.
Soy importante para ella. Que viene y se va.
Todas las mañanas su cara reemplaza la oscuridad.
En mí ella ahogó a una muchachita y en mí una vieja
Se alza hacia ella día tras día, como un pez feroz.
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LA LUNA Y EL TEJO
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Esta es la luz de la mente, fría y planetaria.
Los árboles de la mente son negros. La luz es azul.
Las hierbas se lamentan a mis pies, como si yo fuera Dios,
Hiriendo mis tobillos murmuran su humildad.
Espirituosas brumas humeantes habitan este lugar
separado de mi casa por una hilera de lápidas.
Simplemente no puedo ver si hay un sitio adónde ir.
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La luna no es una puerta. Es una cara por derecho propio,
Blanca como un nudillo y terriblemente turbada.
Arrastra al mar detrás de sí, como un crimen oscuro; y está en calma
Con el bostezo en O del total desencanto. Yo vivo aquí.
Dos veces cada domingo las campanas sobresaltan el cielo
Ocho grandes lenguas afirmando la Resurrección.
Finalmente, ellas proclaman con sobriedad sus nombres.
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El tejo apunta hacia arriba. Su forma es gótica.
Sus ojos se elevan por sobre él, y encuentran a la luna.
La luna es mi madre. Ella no es dulce como María.
Sus vestiduras azules sueltan pequeños murciélagos y lechuzas.
Cómo desearía creer en la ternura-
El rostro de la efigie, dulcificado por las velas,
Inclinándose, sobre mí en particular, con ojos indulgentes.
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¡He caído tanto! Las nubes están floreciendo,
Azules y místicas sobre el rostro de las estrellas.
Dentro de la iglesia, los santos serán todos azules,
Flotando con sus pies delicados sobre los bancos fríos,
Sus cabezas y sus caras rígidas de santidad.
La luna no ve nada de esto. Ella es calva y salvaje.
Y el mensaje del tejo es negrura -negrura y silencio.
Violeta Parra


MALDIGO DEL ALTO CIELO
Maldigo del alto cielo
la estrella con su reflejo
maldigo los azulejos
destellos del arroyuelo
maldigo del bajo suelo
la piedra con su contorno
maldigo el fuego del horno
porque mi alma esta de luto
maldigo los estatutos
del tiempo con sus bochornos
cuanto será mi dolor.
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Maldigo la cordillera
de los Andes y de la Costa
maldigo Señor la angosta
y larga faja de tierra
también la paz y la guerra
lo franco y lo veleidoso
maldigo lo perfumoso
porque mi anhelo esta muerto
maldigo todo lo cierto
y lo falso con lo dudoso
cuanto será mi dolor.
.
Maldigo la primavera
con sus jardines en flor
y del Otoño el color
yo la maldigo de veras
y la nube pasajera
la maldigo tanto y tanto
porque me asiste un quebranto
maldigo el Invierno entero
con el Verano embustero
maldigo profano y Santo
cuanto será mi dolor.
.
Maldigo a la solitaria
figura de la bandera
maldigo cualquier emblema
la venus y la araucaria
el trino de la canaria
el cosmos con sus planetas
la tierra y todas sus grietas
porque me aqueja un pesar
maldigo del ancho mar
sus puertos y sus caletas
cuanto será mi dolor.
.
Maldigo luna y paisaje
los valles y los desiertos
maldigo muerto por muerto
y el vivo de rey a paje
el ave con su plumaje
yo la mandigo a porfia
las aulas las sacritias
porque me aflije un dolor
maldigo el vocablo amor
con toda su porqueria
cuanto será mi dolor.
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Maldigo por fin lo blanco
lo negro con lo amarillo
obispos y monaguillos
ministros y predicandos
yo los maldigo llorando
lo libre y lo prisionero
lo dulce y lo pendenciero
le pongo mi maldición
en griego y en español
por culpa de un traicionero
cuanto será mi dolor.

martes, 11 de septiembre de 2007


César Vallejo
MASA
Al fin de la batalla,
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: "No mueras, te amo tanto!"
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Se le acercaron dos y repitiéronle:
"No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!"
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,
clamando: "Tanto amor y no poder nada contra la muerte!"
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Le rodearon millones de individuos,
con un ruego común: "¡Quédate hermano!
"Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Entonces, todos los hombres de la tierra
le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado;
incorporóse lentamente,
abrazó al primer hombre; echóse a andar.
Gabriela Mistral

ARAUCANOS
Vamos pasando, pasando
la vieja Araucanía
que ni vemos ni mentamos.
Vamos, sin saber, pasando
reino de unos olvidados,
que por mestizos banales,
por fábula los contamos,
aunque nuestras caras
suelen sin palabras declararlos.
Eso que viene y se acerca
como una palabra rápida
no es el escapar de un ciervo
que es una india azorada.
Lleva a la espalda al indito
y va que vuela. ¡Cuitada!
-¿Por qué va corriendo, di,
y escabullendo la cara?
Llámala, tráela, corre
que se parece a mi mama.
-No va a volverse, chiquito,
ya pasó como un fantasma.
Corre más, nadie la alcanza.
Va escapada de que vio
forasteros, gente blanca.
-Chiquito, escucha: ellos eran
dueños de bosque y montaña
de lo que los ojos ven
y lo que el ojo no alcanza,
de hierbas, de frutos, de
aire y luces araucanas,
hasta el llegar de unos dueños
de rifles y caballadas.
-No cuentes ahora, no,
grita, da un silbido, tráela.
-Ya se pierde ya, mi niño,
de Madre-Selva tragada.
¿A qué lloras? Ya la viste,
ya ni se le ve la espalda.
-Di cómo se llaman, dilo.
-Hasta su nombre les falta.
Los mientan "araucanos"
y no quieren de nosotros
vernos bulto, oírnos habla.
Ellos fueron despojados,
pero son la Vieja Patria,
el primer vagido nuestro
y nuestra primera palabra.
Son un largo coro antiguo
que no más ríe y ni canta.
Nómbrala tú, di conmigo:
brava-gente-araucana.
Sigue diciendo: cayeron.
Di más: volverán mañana.
Deja, la verás un día
devuelta y transfigurada
bajar de la tierra quechua
a la tierra araucana,
mirarse y reconocerse
y abrazarse sin palabras.
Ellas nunca se encontraron
para mirarse a la cara
y amarse y deletrear
sobre los rostros sus almas.
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RAÍCES
Estoy metida en la noche
de estas raíces amargas,
ciegas, iguales y en pie
que como ciegas, son hermanas.
Sueñan, sueñan, hacen el sueño
y a la copa mandan la fábula.
Oyen los vientos, oyen los pinos
y no suben a saber nada.
Los pinos tienen su nombre
y sus siervas no descansan,
y por eso pasa mi mano
con piedad por sus espaldas.
Apretadas y revueltas,
las raíces alimañas
me miran con unos ojos
de peces que no se cansan;
preocupada estoy con ellas
que, silenciosas, me abrazan.
Abajo son los silencios.
En las copas son las fábulas.
Del sol fueron heridas
y bajaron a esta patria.
No sé quien las haya herido
que al rozarlas doy con llagas.
Quiero aprender lo que oyen
para estar tan arrobadas.
Paso entre ellas y mis mejillas
se manchan de tierra mojada.

viernes, 7 de septiembre de 2007

Stella Díaz Varín
NARCISO
A Isidro
Estoy ausente de la risa
y de todo lo que los hombres felices poseen.
A medida que la sangre huye como corzo,
a través de todos los paisajes
sin motivo aparente,
como creyendo que las imágenes más remotas
nos silencian el pensamiento;
erguida aún, a pesar de los soles
tan opacos en su raíz.
Me aproximo a tu figura alada,
a tus pequeños vértigos;
y te enseño a mirar
como suelen hacerlo los peces,
en órbitas que tus manos desconocían.
Emerjo -pequeño dios-
desde el vientre más recóndito
para unirte con la distancia, tan precisa.
Tenemos una mirada en común,
y una puerta abierta
para endilgar conversaciones,
apoyados en el dintel y recogidos
como suelen recogerse los abandonados,
dando el pecho a una música antigua
más aún que la vida y la muerte.
Y te revelas sabido ángel en espera de la caída.
Es el comportamiento
que la verdad prefiere.
Y es así, como vienes y vas
y te envuelves en la luz de viejos astros
para que pueda mirar tu esqueleto,
a sabiendas que no hay nada más hermoso
que el devenir de mar en huesos.
Uno al fin se acostumbra
a que nadie le diga adiós.
Y a percibir el sonido
en la palma de la mano
como los hipocampos
presienten el amor
acariciando sus espinas-vertebrales.
Embellecido en una gota de agua
mirada a través de la sed,
vienes a conocer mis primeras jornadas.
Las vertientes que indujeron a Dios
a unir nieve, corazón de árbol,
hiel, resina obscura,
vacilación, campana, eternidad,
y la noche por ojos.
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DEL ESPACIO HACIA ACA, COMO DOS TIEMPOS
La noche,
dislocada como ala de cetáceo herido.
Amortajada siempre que la pupila niegue su orfandad.
Mar ampuloso y de grotesco seno;
cuando la claridad se haga en mí
no necesitaré de vuestra amada boca,
no necesitaré del meloso soliloquio de tu vértigo.
Me tienes, como un pez a su escama,
miserablemente uncida a ti,
llevándote como un niño canibal al pecho de su madre.
Y no he de desperdiciar hora, para maldecir
tus pariciones de planetas fosforescentes
que vomitas a mi lado sin ninguna delicadeza. ... ...
Olvidada como árbol de desierto,
donde transplanta el viajero su éxtasis sin experiencia,
feliz de abandonar el barco,
deseando encontrar en la tierra,
veneno obscuro será tu camino hacia el infinito!
Quién, sino el olvido,
quién sino la medida de una juventud soslayada
viene en mi ayuda ahora.
Ahora que he aprendido a pronunciar palabras
contra Dios y sus signos
y me arrodillo de hipocresía ante los conocidos.
Cuando en ángulo recto junto a una puerta
espero la palabra de bienvenida,
Y sólo escucho dentro, ruido de vasos
llenos de un vino generoso que jamás probaré...
Hay continentes simples, de un solo país
con ciudades elementales y casas de un piso
donde podría abandonarme,
y a tientas buscar el ocio y sus virtudes.
Pero el recuerdo tan sólo de tan buscado paraje,
me pinta en la cara un gesto de asco.
-Como si penetrara a la habitación del amor
y me encontrara con tres cadáveres
ante una cena inconclusa de ostras descompuestas-.