jueves, 31 de enero de 2008


David Rosenmann-Taub
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de EL CIELO EN LA FUENTE
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- I -
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[El corazón de Jesusa dejó de latir]
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El corazón de Jesusa dejó de latir.
-Papá -gritó-, mi corazón no está.
La sombra de las clavellinas se mecía en una distancia un poco envolvente.
-Mi corazón -dijo-, mi corazón
no está.
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Demasiado garfiada en dos palancas
acechas la ceniza.
-Mi corazón -gritó.
La sombra de las clavellinas.
Tres
y dos,
y dos para tres.
-Mi corazón no estaba -dijo.
O no dijo.
O lo dijo.
¿Talud? ¿Mi corazón?
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Las montañas tienen la morada en otro reino.
Yo tengo mi morada
aquí.
¿Repetiré la sombra?
¿Me ceñiré, venciéndome?
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El gallo matinal cantó dos veces.
Mi corazón
aún
latía.
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¿Y tú, instante de sombra,
qué mano en mis manos
avasallas?
¿Quién, quién mi pedestal?
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de CORTEJO Y EPINICIO
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- I -
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[Después, después el viento entre dos cimas]
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Después, después el viento entre dos cimas,
y el hermano alacrán que se encabrita,
y las mareas rojas sobre el día.
Voraz volcán: aureola sin imperio.
El buitre morirá: laxo castigo.
Después, después el himno entre dos víboras.
Después la noche que no conocemos
y, extendido en lo nunca, un solo cuerpo
callado como luz. Después el viento.

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de POESIECTOMÍA
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- XXVII -
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[Mi fiebre, no mi frente]
Mi fiebre, no mi frente.
La vidriera
que reflejó la primavera
yace, quebrada, lívida, insolente,
en la opaca pupila de la acera.
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- LXIII -
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[De cuanto de mí nace]
De cuanto de mí nace
destruyéndose pido
una viga que enlace
la misión al sentido.
¿Una estrofa? ¿Una frase?
¿Una piltrafa? Un ruido.

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