sábado, 2 de enero de 2010

Constantino Kavafis - Poesía



TROYANOS


Son los esfuerzos nuestros, de los desventurados,
son los esfuerzos nuestros como los de los troyanos.
Algo conseguimos; nos reponemos
un poco; y empezamos
a tener coraje y buenas esperanzas.
Pero siempre algo surge y nos detiene.
Aquiles en el foso enfrente a nosotros
sale y con grandes voces nos espanta.-
Son los esfuerzos nuestros como los de los troyanos.
Creemos que con decisión y audacia
cambiaremos la animosidad de la suerte,
y nos quedamos afuera para combatir.
Mas cuando sobreviene la gran crisis,
nuestra audacia y decisión desaparecen;
se turba nuestra alma, paralízase;
y en torno de los muros corremos
buscando salvarnos con la fuga.
Empero nuestra caída es cierta. Arriba,
sobre las murallas, comenzó ya el lamento.
Lloran sentimientos y recuerdos de nuestros días.
Amargamente por nosotros Príamo y Hécuba lloran.


LOS CABALLOS DE AQUILES


Cuando vieron muerto a Patroclo,
que era tan valeroso, y fuerte, y joven,
los caballos de Aquiles comenzaron a llorar;
sus naturalezas inmortales se indignaban
por esta obra de la muerte que contemplaban.
Sacudían sus cabezas y agitaban sus largas crines,
golpeaban la tierra con las patas, y lloraban a Patroclo
al que sentían inanimado -destruido-
una carne ahora mísera -su espíritu desaparecido-
indefenso -sin aliento-
devuelto desde la vida a la gran Nada.
Las lágrimas vio Zeus de los inmortales
caballos y apenose. "En las bodas de Peleo"
dijo "no debí así irreflexivamente actuar;
¡mejor que no os hubiéramos dado caballos míos
desdichados! Qué buscabais allí abajo
entre la mísera humanidad que es juego del destino.
A vosotros que no la muerte acecha, ni la vejez
efímeras desgracias os atormentan. En sus padecimientos
os mezclaron los humanos". -Pero sus lágrimas
seguían derramando los dos nobles animales
por la desgracia sin fin de la muerte.


VIAJE NOCTURNO DE PRÍAMO


Dolor y lamento en Ilión.
La tierra
de Troya en desesperanza amarga y en temor
al gran Héctor Priámida llora.
El treno estridente grave resuena.
Ni un alma
queda en Troya no doliente,
que el recuerdo de Héctor olvide.
Mas es vano, inútil
el mucho
lamento en una ciudad atormentada;
sordo es el adverso destino.
Detestando Príamo lo inútil,
oro
saca del tesoro; agrega marmitas,
tapices, y mantos; y también
túnicas, trípodes, una cantidad espléndida
de peplos,
y todo lo que apropiado juzga,
y sobre su carro lo carga.
Quiere con rescate del terrible
enemigo
recuperar el cuerpo de su hijo,
y con augustas exequias honrarlo.
Sale en la noche silenciosa.
Habla
poco. Por único pensamiento ahora tiene
veloz, veloz que corra su carruaje.
Tenebroso extiéndese el camino.
Lúgubre
gime el viento y se lamenta.
Grazna a lo lejos un ominoso cuervo.
Aquí, el aullido de un perro se escucha;
allí,
cual susurro una liebre de rápidos pies cruza.
El rey azota, azota los caballos.
Sombras de la llanura despiértanse
siniestras,
y se preguntan por qué con tanta prisa
vuela el Dardánida hacia los navíos
de argivos asesinos, y de aqueos
funestos.
Pero el rey a esas cosas no atiende;
basta que su carro veloz, veloz corra.


ÍTACA


Cuando te encuentres de camino a Ítaca,
desea que sea largo el camino,
lleno de aventuras, lleno de conocimientos.
A los Lestrigones y a los Cíclopes,
al enojado Poseidón no temas,
tales en tu camino nunca encontrarás,
si mantienes tu pensamiento elevado, y selecta
emoción tu espíritu y tu cuerpo tienta.
A los Lestrigones y a los Cíclopes,
al fiero Poseidón no encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si tu alma no los coloca ante ti.

Desea que sea largo el camino.
Que sean muchas las mañanas estivales
en que con qué alegría, con qué gozo
arribes a puertos nunca antes vistos,
deténte en los emporios fenicios,
y adquiere mercancías preciosas,
nácares y corales, ámbar y ébano,
y perfumes sensuales de todo tipo,
cuántos más perfumes sensuales puedas,
ve a ciudades de Egipto, a muchas,
aprende y aprende de los instruidos.

Ten siempre en tu mente a Ítaca.
La llegada allí es tu destino.
Pero no apresures tu viaje en absoluto.
Mejor que dure muchos años,
y ya anciano recales en la isla,
rico con cuanto ganaste en el camino,
sin esperar que te dé riquezas Ítaca.

Ítaca te dio el bello viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene más que darte.

Y si pobre la encuentras, Ítaca no te engañó.
Así sabio como te hiciste, con tanta experiencia,
comprenderás ya qué significan las Ítacas.








1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola, ¿podrías decirme quién es el traductor?

Gracias