domingo, 14 de noviembre de 2010

JORGE TEILLIER - Poemas


LA ÚLTIMA ISLA

De nuevo vida y muerte se confunden
como en el patio de la casa
la entrada de las carretas
con el ruido del balde en el pozo.
De nuevo el cielo recuerda con odio
la herida del relámpago,
y los almendros no quieren pensar
en sus negras raíces.

El silencio no puede seguir siendo mi lenguaje,
pero sólo encuentro esas palabras irreales
que los muertos les dirigen a los astros y a las 
hormigas,
y de mi memoria desaparecen el amor y la 
alegría
commo la luz de una jarra de agua
lanzada inútilmente contra las tinieblas.

De nuevo sólo se escucha
el crepitar inextinguible de la lluvia
que cae y cae sin saber por qué,
parecida a la anciana solitaria que sigue
tejiendo y tejiendo;
y se quiere  huir hacia un pueblo
donde un trompo todavía no deja de girar
esperando que yo lo recoja,
pero donde se ponen los pies
desaparecen los caminos,
y es mejor quedarse inmóvil en este cuarto
pues quizás ha llegado el término del mundo,
y la lluvia es el estéril eco de ese fin,
una canción que tratan de recordar 
labios que se deshacen bajo la tierra.


HAY UN ESPEJO 
COLGADO EN UNA PARED ROTA

Hay un espejo colgado en una pared rota
En una vieja casa de campo
Perdida en un bosque sombrío.
Nada se mueve jamás en él
Salvo sombras submarinas de sombríos
helechos y pinos.
El marco está cubierto de musgo.
Un día el espejo se deslizó al piso.
Años y años permaneció en los tablones
astillados.
Muy rara vez
Una rata del bosque
Pasó junto a él sin siquiera echarle una mirada.
Un día llegué yo.
Rompí la puerta desvencijada
Y pasó comingo una angosta cuña de sol.
Llevé el espejo al cuarto de mi abuelo muerto
Y lo dejé reflejar su retrato
Mientras en la vieja casa del bosque
Las sombras
Las ratas del bosque y el musgo
Tuvieron que trabajar sin su testigo.


HE CONFIADO EN LA NOCHE
 
He confiado en la noche
pues durante ella amo la vida,
así como los pájaros
aman la muerte a la salida del sol.
Pero la noche
no es sino una brizna de pasto
volando al resoplido de un potrillo,
y a la luz desigual del fuego de leña
veo que sólo me queda el terror del gusano
sintiendo el trueno en la gota de agua,
la tempestad en la caída de las agujas del
castaño.


CUANDO EN LA TARDE
APAREZCO EN LOS ESPEJOS

Cuando en la tarde aparezco en los espejos
Cuando yo y la tarde queríamos unirnos
Tristemente nos despedimos
Tristemente nos hablamos en el espejo que
disuelve las imágenes

Quién soy entonces
Quizás por un momento
De verdad soy yo sino nadie
Alquien que quisiera pasarse los días y los días
Como un solo domingo
Mirando los últimos reflejos del sol en los
vidrios
Mirando a un anciano que da de comer a las
palomas
Y a los evangélicos que predican el fin del
mundo

Cuando en la tarde no soy nadie
Entonces las cosas me reconocen
Soy de nuevo pequeño
Soy quien debiera ser
Y la niebla borra la cara de los relojes en los
campanarios.


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