jueves, 19 de julio de 2012

Walter Benjamin - Prohibido fijar carteles




LA TÉCNICA DEL ESCRITOR EN TRECE TESIS

I. Quien se proponga escribir una obra de gran envergadura, que se dé buena vida y, al terminar su tarea diaria, se conceda todo aquello que no perjudique la prosecución de la misma.
II. Habla de lo ya realizado, si quieres, pero en el curso de tu trabajo no leas ningún pasaje a nadie. Cada satisfacción que así te proporciones, amenguará tu ritmo. Siguiendo este régimen, el deseo cada vez mayor de comunicación acabará siendo un estímulo para concluirlo.
III. Mientras estés trabajando, intenta sustraerte a la medianía de la cotidianidad. Una quietud a medias, acompañada de ruidos triviales, degrada. En cambio, el acompañamiento de un estudio musical o de un murmullo de voces puede resultar tan significativo para el trabajo como el perceptible silencio de la noche. Si éste agudiza el oído interior, aquél se convierte en la piedra de toque de una dicción cuya plenitud sepulta en sí misma hasta los ruidos excéntricos.
IV. Evita emplear cualquier tipo de útiles. Aferrarse pedantemente a ciertos papeles, plumas, tintas, no es provechoso. No el lujo, pero sí la abundancia de estos materiales es imprescindible.
V. No dejes pasar de incógnito ningún pensamiento, y lleva tu cuaderno de notas con el mismo rigor con que las autoridades llevan el registro de extranjeros.
VI. Que tu pluma sea reacia a la inspiración; así la atraerá hacia ella con la fuerza del imán. Cuanto más cautela pongas al anotar una ocurrencia, más madura y plenamente se te entregará. La palabra conquista al pensamiento, pero la escritura lo domina.
VII. Nunca dejes de escribir porque ya no se te ocurra nada. Es un imperativo del honor literario interrumpirse solamente cuando haya que respetar algún plazo (una cena, una cita) o la obra esté ya concluida.
VIII. Ocupa las intermitencias de la inspiración pasando en limpio lo escrito. Al hacerlo se despertará la intuición.
IX. Nalia dies sine linea —pero sí semanas.
X. Nunca des por concluida una obra que no te haya retenido alguna vez desde el atardecer hasta el despuntar del día siguiente.
XI. No escribas la conclusión de la obra en tu cuarto de trabajo habitual. En él no encontrarías el valor para hacerlo.
XII. Fases de la composición: idea-estilo-escritura. El sentido de fijar un texto pasándolo en limpio es que la atención ya sólo se centra en la caligrafía. La idea mata la inspiración, el estilo encadena la idea, la escritura remunera al estilo.
XIII. La obra es la mascarilla funeraria de la concepción.


TRECE TESIS CONTRA LOS ΕSNOBS

(Esnob en el despacho privado de la crítica de arte. A la izquierda, un dibujo infantil, a la derecha, un fetiche. Esnob: «Ante esto, todo Picasso es una auténtica birria».)

I. El artista hace una obra. El primitivo se expresa en documentos.
II. La obra de arte sólo incidentalmente es un documento.
Ningún documento es, en cuanto tal, obra de arte.
III. La obra de arte es una pieza de examen.
El documento sirve de pieza didáctica.
IV. En la obra de arte aprenden su oficio los artistas.
Ante los documentos se educa a un público.
V. Las obras de arte se mantienen alejadas unas de otras por su perfección.
En el material se comunican los documentos.
VI. Contenido (Inhalt) y forma (Form) son una sola cosa en la obra de arte: tenor (Gebalt). En los          documentos domina por completo el material.
VII. Tenor es todo lo que ha sido sometido a prueba.
Material es lo soñado.
VIII. En la obra de arte, el material es un lastre que la contemplación desecha.
Cuanto más profundamente se pierde uno en un documento, más denso se vuelve el material.
IX. En la obra de arte, la ley de la forma es central.
En el documento, las formas sólo están desperdigadas.
X La obra de arte es sintética: central eléctrica.
La productividad de un documento exige análisis.
XI. La contemplación repetida potencia una obra de arte.
Un documento sólo subyuga por sorpresa.
XII. La virilidad de las obras está en el ataque.
Al documento su inocencia le sirve de cobertura.
XIII. Tenor es lo que el artista intenta conquistar.
El hombre primitivo se atrinchera detrás de los materiales.


NR. 13

    Treize j'eus un plaisir cruel de m'arreter
    sur ce nombre.
    MARCEL PROUST

    Le reploiement vierge du livre, encore, préte à
    un sacrifice dont seigna la tranche rouge des
    anciens tomes; l'introduction d'une arme, ou
    coupe-papier, pour établir la prise de possession.
    STÉPHANE MALLARMÉ


I. Los libros y las prostitutas pueden llevarse a la cama.
II. Los libros y las prostitutas entrecruzan el tiempo. Dominan la noche como el día y el día como la noche.
III. Nadie nota en los libros ni en las prostitutas que los minutos les son preciosos. Sólo al intimar un poco más con ellos, se advierte cuánta prisa tienen. No dejan de calcular mientras nosotros nos adentramos en ellos.
IV. Los libros y las prostitutas se han amado desde siempre con un amor desgraciado.
V. Los libros y las prostitutas tienen cada cual su tipo de hombres que viven de ellos y los atormentan. A los libros, los críticos.
VI. Libros y prostitutas en casas públicas… para estudiantes.
VII. Libros y prostitutas: raras veces verá su final quien los haya poseído. Suelen desaparecer antes de perecer.
VII. Qué gustosa y embusteramente cuentan los libros y las prostitutas cómo han llegado a ser lo que son. En realidad, muchas veces ni ellos mismos se dan cuenta. Durante años se cede a todo «por amor», hasta que un buen día aparece en la calle convertido en un voluminoso «corpus» que se pone en venta, aquello que, «por amor a la causa», nunca había pasado de ser un vago proyecto.
IX. A los libros y a las prostitutas les gusta lucir el lomo cuando se exhiben,
X. Los libros y las prostitutas se multiplican mucho.
XI. Libros y prostitutas: «vieja beata —joven golfa—». ¡De cuántos libros proscritos antaño no ha de aprender hoy la juventud!
XII. Los libros y las prostitutas ventilan sus discusiones en público.
XIII. Libros y prostitutas: las notas al pie de página son para aquéllos lo que, para éstas, los billetes ocultos en la media.


Traducción de Juan J. del Solar y Mercedes Allende Salazar

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