lunes, 19 de julio de 2010

En el año 1600 a la edad de veinticinco años, el zapatero Jacob Boehme es arrebatado, según el testimonio de su discípulo y biógrafo Abraham von Frankenberg, "por la iluminación divina (...) y, en un instante, a la vista de una vasija de estaño, de apariencia amena y jovial, es transportado al interior profundo o centro de la naturaleza secreta".

El propio Boehme aseguró que durante un cuarto de hora había sobrepasado las puertas del infierno. "Reconocí y vi los tres mundos en mí (...), reconocí todo el ser en el bien y en el mal, cómo una cosa deriva de la otra (...). Mi vista logró penetrar en el caos, en el que todo está, pero no me fue posible ver su desarrollo." Boehme comprovó que "todas las cosas se reducen al sí y al no", y que "no existen dos cosas adyacentes, sino una sola (...). No hay más que estas dos cosas, en confrontación permanente; el resto no es nada, está quieto y sin movimiento".

Sólo en la lucha costante de las siete cualidades naturales, en el giro de la "rueda del miedo", se manifiesta la Naturaleza. "Boehme fue el primero en concebir la vida del cosmos como una lucha pasional, como un movimiento, un proceso, una génesis perpetua. Fue necesario ese conocimiento inmediato de la vida cósmica para que Goethe pudiera escribir su "Fausto", para que fueran posibles los Darwin, los Marx, los Nietzsche." (Nicolas Berdiaeff, Unground and Freedom, 1958)

Al igual que su precursor, el pastor luterano Valentin Weigel (1533-1588), Boehme sigue la tradición de la "óptica visionaria" que abarca desde San agustín y Boecio hasta Hugo de Saint Victor (1096-1141). Este último distingue tres planos ascendentes de la visión: el ojo de la carne, el de la razón y el del arrobamiento místico. "Con los ojos de la carne", asegura Boehme, no puede llegarse al conocimiento, "sino con los ojos con los que la vida se proyecta en mí". Este ojo permite "penetrar hasta el fondo de las cosas, por encima y por debajo de la Naturaleza".

La inmensa influencia ejercida por Boehme en los más diversos campos se manifiesta claramente en los encarnizados adversarios del sistema materialista de Newton, como Goethe o Blake, a quienes proporcionó los argumentos que inspiraron, en el caso de Newton, los teoremas relativos a las leyes de gravitación y a la teoría de la naturaleza de la luz. También se encuentra en la obra de Boehme, que se anticipa así a la de Kepler, la intuición visionaria de la órbita elíptica de los planetas, surgida de la polaridad de dos fuegos o centros.


EXPOSICIÓN DE CONJUNTO DEL SISTEMA DE BOEHME

El círculo exterior es "el gran misterio del abismo (Abyss), pues el ser divino se engendra a sí mismo en las profundidades, reflejándose en el espejo de la sabiduría (Sophia)." Esta autoprocreación de Dios debida a su propia reflexión en la nada primitiva es el punto de partida de la tríada dialéctica, el propio proceso de la creación.

El nombre de Dios, Adonai (esfera superior), "indica la apertura o movimiento espontáneo de la unidad insondable y eterna". Se encuentran allí en potencia seis especies de energía seminal. En la S central se esconde el misterio de la esencia andrógina de Dios: la letra S vale tanto para Sophia como para el Hijo (Sohn) virginal.

La aspiración y espiración divina de las tres sílabasdel Tetragamma, Je-ho-va, como eterna sucesión de sístoles y diástoles, de solve et coagula, surge como contrapunto inicial, el principio aspirante del Padre vengador: el del mundo de las tinieblas, que revela tres aspectos:

  1. La fuerza centrípeta de atracción (Saturno), fuente de rigor, dureza y frío
  2. La fuerza de repulsión, de la "punzante amargura", llamada también "aguijón de la sensibilidad". De ella surgen la movilidad mercurial y la vida de los sentidos.
  3. El antagonismo de atracción y repulsión (1+2) produce el movimiento rotatorio "tormento del miedo" (Marte).
  4. El cuarto aspecto se obtiene por frotamiento y rotación: el doble fuego de luz y de tinieblas, un resplandor, la reacción inicial que Boehme llama "schrack". De éste nace el tercer principio, la naturaleza bipolar y de cuatro elementos y la vida de todas las criaturas. El segunod principio espiratorio del Hijo, que asciende en un claro fuego espiritual, tiene los siguientes atributos:
  5. Luz o amor, espíritu verdadero (Venus)
  6. Intensidad, frecuencia, timbre de sonido, la regocijada exaltación de los cinco sentidos (Júpiter).
  7. La cualidad esencial, el "magnum mysterium" o la sustancia del mundo sensible (Luna-Sophia).

D. A. Freher, en: Works of
J. Behmen, Law-Edition, 1764

Según Boehme, los sabios de la Antigüedad nombraron a los planetas por sus siete cualidades naturales, "pero ellos veían mucho más lejos, no solamente los siete planetas, sino también las siete cualidades en la eclosión de todos los seres. No existe un objeto en la esencia de todos los seres que no posea siete cualidades; pues ellas forman la rueda del centro, el origen del azufre, en el que Mercurio prepara la pócima del tormento del miedo". Las siete cualidades "nacen conjuntamente, imbricadas unas en las otras, ninguna es la primera, ninguna la última".


Robert Fludd,
Philosophia Sacra,
Francfort, 1626

La luz divina ilumina todo por igual, si bien no es asimilada del mismo modo: el tosco corazón de abajo la absorve como un agujero negro; el de arriba, más sutil, la asume y la proyecta.

"Dual es el aspecto de Dios. Una de sus cabezas es de luz, otra de tinieblas; una es blanca, negra la otra; una está arriba, obra abajo", proclama el Sefer ha-Zohar, el "Libro del Esplendor". Escrito en España en el siglo XIII, ejerció a partir del año 1500 una influencia más allá de las comunidades judías.

Fludd llama a los dos aspectos de Dios, el aspecto luminoso y el oscuro, su querer (voluntad) y su noquerer (noluntas). "Dios es bueno, lo quiera o no, porque en Dios no hay maldad". Ni siquiera el rigor y la ira de Dios constituyen un aspecto negativo. Fue Lucifer quien, al prender la chispa de la discordia, lo convirtió en "un horrible aguijón de la muerte y un amargo veneno".

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