lunes, 2 de abril de 2012

Carlos Pezoa Véliz - Poemas




LA PENA DE AZOTES

Formado el batallón, rígido humilla
a1 pobre desertor aprehendido
que sobre el patio del cuartel tendido
siente el roce brutal de la varilla.

Sobre sus carnes ulceradas brilla
rojiza mancha. Escúchase un aullido.
Cada brazo en el aire da un chasquido
que las entradas del soldado trilla.

El sol que sale en el nevado quicio,
irónico sonríe ante el suplicio.. .
Y mientras que vertiendo vibraciones

la banda el patio de sollozos llena,
una estatua cubierta de galones
mira impasible la salvaje escena...


ENTIERRO DE CAMPO

Con un cadáver a cuestas,
camino del cementerio,
meditabundos avanzan
los pobres angarilleros.

Cuatro faroles descienden
por Marga-Marga hacia el pueblo,
cuatro luces melancólicas
que hacen llorar sus reflejos;
cuatro maderos de encina,
cuatro acompañantes viejos...

Una voz cansada implora
por la eterna paz del muerto;
ruidos errantes, siluetas
de árboles foscos, siniestros.
Allá lejos, en la sombra,
el aullar de los perros
y el efímero rezongo
de los nostálgicos ecos.

Sopla el puelche. Una voz dice:
-Viene, hermano, el aguacero.-
Otra voz murmura: -Hermanos,
roguemos por él, roguemos.

Calla en las faldas torturosas
el aullar de los perros;
inmenso, extraño, desciende
sobre la noche el silencio;
apresuran sus responsos
los pobres angarilleros
y repite alguno: -Hermano,
ya no tarda el aguacero;
son las cuatro, el alba viene,
roguemos por él, roguemos.

Y como empieza la lluvia,
doy mi adiós a aquel entierro,
pico espuela a mi caballo
y en la montaña me interno.

Y allá en la montaña obscura,
¿quién era?, llorando pienso:
¡Algún pobre diablo anónimo
que vino un día de lejos,
alguno que amó los campos,
que amó el sol, que amó el sendero
por donde se va la vida,
por donde él, pobre labriego,
halló una tarde el olvido,
enfermo, cansado, viejo!


VIDA DE PUERTO

A los que sueñan renombre y gloria
y hacen su almuerzo con un pequén,
¡pueda que suela causarles risa
esta romántica longaniza
digna del estro de Paul Verlaine!

Vida de Puerto, vida de esfuerzo,
vida que es digna de prosa y verso,
porque es alegre, porque es de acción;
vida que esparce dicha a destajo
con sus mujeres, con su trabajo,
con su comercio, su agitación.

Allá en la puerta de algún tugurio
dos graves viejas leen "El Mercurio"
con los anteojos en la nariz;
acá un muchacho que vende humas
y en una esquina dos bichicumas
que beben agua de sin anís.

Las conductoras de alegres trajes
timan los quintos de los pasajes
que les pagaron en la imperial;
y las fregonas de manos toscas
sirven las tazas con café y... moscas
en el Mercado del Cardonal.

Por la mañana sale "El Chileno":
Crimen, asalto, pic-nic ameno,
por una ficha, ¡gran sensación!
Los muchachuelos corren cual lauchas
y a las chapitas juegan las chauchas
que se ganaron el "La Unión".

Una muchacha muestra la bota...
Un paco pone cara de idiota
y hacia los ojos se echa el kepí.
Y un modernista que usa polainas
se desayuna con sus versainas
o con novelas de A. de Guery.

Acá un agente nos causa risa
porque en la Playa Ancha busca y pesquisa
al que hirió al cónsul de Ecuador.
Busca, averigua, con tono suave,
y al fin descubre... que nadie sabe
el paradero del malhechor.

Ya este bullicio nos dejó sordos...
Los comerciantes de abdomen gordo
salen  del Banco Tarapacá.
Ahoga el humo de los cigarros
y los jamelgos flacos de un carro
cruzan al trote la calle Prat.

Un marinero de buena facha
pasa el brazo de una muchacha
charlando viejos temas de amor;
y como nadie los mira, siguen,
se van al punto donde Rodríguez
a tomar algo para... el calor.

Entra el expreso como un venablo...
Salen como alma que lleva el diablo
los vendedores: "¡Carril, La Ley!",
gritan y sudan, ¡pobres muchachos!
y a las dos horas cambian los cachos
por una taza de motemei.

Los jornaleros de rostros pardos
bajan y suben enormes fardos
desde la popa de algún lanchón;
y si por algo pasa una caldúa
y algún sangüiche con salchichón.

Pasan los gringos acalorados,
los pantalones arremangados,
fumando un puro para el spleen,
y en un remate sale el servicio
que un elegante de poco juicio
trajo de a bordo del "San Martín".

Con sus enormes zapatos bayos
un gringo a un joven pisa los callos;
el joven vuelve, da un bofetón;
se insultan, gritan, el paco llega
y pone término a la refriega
diciendo: "Todos a la Sección".

Llegó al Victoria la Compañía...,
pero en las tandas la galería
dice: "No entiendo, no hay como aquí".
Se cantan cosas en italiani
y en tanto a un palco llega la Many,
gritan los chicos: "¡Rico maní!"

Sigue la orquesta con su barullo,
en el proscenio baila Saúllo,
los gringos hablan de un nuevo match,
y unas morenas en la cazuela,
bonitas como... dolor de muelas,
baten las palmas para Benach.

Los dandys que usan chaqué de cola,
cuando divisan a su polola,
guiñan un ojo con sal y sprit.
Y un francés cojo por la platea,
con una caja, mientras cojea,
dice despacio: "Marrons confit!"

En la English Company hay pelambres,
dicen que a bordo se pasan hambres:
almuerzo papas, cena frejol;
al otro día, papas con coles,
y vuelta y vuelta con los frejoles
y con las cenas de papa y col.

Una señora viuda y con plata
que nada tiene de timorata
sacó pasaje para París;
se la llevaron para la China,
donde se encuentra de mandarina,
mujer de un jutle de aquel país.

Un caballero que iba a la Italia,
por un equívoco llegó a Australia
con una carga de oro en barril.
Y un godo que iba para baruela,
toca que toca las castañuelas,
a los dos años llegó a Brasil.

Las empleadas de los correos
pagan las tandas por más que es feo
con estampillas de cinco y diez,
y al empresario le hacen astillas
cuando cancela con estampillas
en los primeros días del mes.

Unos poetas escriben prólogos,
otros más diablo traza un monólogo
para las tandas del Teatro Odeón,
y si los tiempos le son adversos,
paga la pieza con buenos versos
a la señora de la pensión.


EL PERRO VAGABUNDO

Flaco, lanudo y sucio. Con febriles
ansias roe y escarba la basura;
a pesar de sus años juveniles,
despide cierto olor a sepultura.

Cruza, siguiendo interminables viajes,
los paseos, las plazas y las ferias;
cruza como una sombra los parajes,
recitando un poema de miserias.

Es una larga historia de perezas,
días sin pan y noches sin guarida.
Hay aglomeraciones de tristezas
en sus ojos vidriosos y sin vida.

Y otra visión al pobre no se ofrece
que la que suelen ver sus ojos zarcos:
la estrella compasiva que aparece
en la luz miserable de los charcos.

Cuando a roer mendrugos corrompidos
asoma su miseria por las casas,
escapa con sus lúgubres aullidos
entre una doble fila de amenazas.

Allá va. Lleva encima algo de abyecto.
Lo persigue de insectos un enjambre,
y va su pobre y repugnante aspecto
cantando triste la canción del hambre.

Es frase de dolor. Es una queja
lanzada ha tiempo, pero ya perdida;
es un día de otoño que se aleja
entre la primavera de la vida.

Lleva en su mal la pesadez del plomo.
Nunca la caridad le fue propicia;
no ha sentido jamás sobre su lomo
la suave sensación de una caricia.

Mustio y cansado, sin saber su anhelo,
suele cortar el impensado viaje
y huir despavorido cuando al suelo
caen las hojas secas del ramaje.

Cerca de los lugares donde hay fiesta
suele roban un hueso a otros lebreles,
y gruñir sordamente una protesta
cuando pasa un bull-dog con cascabeles.

En las calles que cruza a paso lento,
buscan sus ojos sin fulgor ni brillo
el rastro de un mendigo macilento
a quien piensa servir de lazarillo.


PENSAMIENTOS

¡Cuán bellas son las lejanías! Miradlo todo a gran distancia, pues las cosas queman de cerca, aun en los mejores casos.

Condenamos la tiranía, pero a menudo profanamos la libertad cuando ésta descansa en nosotros.

Hay un fondo de egoísmo aun en las más grandes virtudes.

La palabra honradez debió ser inventada para los primeros ladrones, para señalar a los que podrían robar con impunidad. Lo prueba el antiguo refrán que dice: "En arca abierta hasta el más justo peca".

Si queréis derribar pronto al adversario, dadle el golpe infalible: la estocada al amor propio.

El criterio es esclavo de las circunstancias.

A la disciplina del galoneado militar, prefiero mi libertad de pobre vagabundo, porque es más sufrible el hambre del estómago qu ela espantosa sed del espíritu.

Cuando vemos en algunas personas un mérito que también tenemos, y observamos que el ajeno supera al nuestro, nos empeñamos en reconocerle otros y aun en elogiárselos.

No busquéis al consonante, porque éste se halla en la cumbre de la idea. Elevad el vuelo.

El hambre es el más poderoso lente de pesimismo. 

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